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RENDIRNOS ANTE CRISTO

RENDIRNOS ANTE CRISTO

Pedro tenía su terreno, su oficio en el que se sentía diestro y preparado, en ese oficio él era el jefe, él disponía cuánto y de qué manera, en dónde y por cuánto tiempo se habría de pescar.

Pedro tiene su terreno, Jesús le exige a Pedro que le preste la barca para predicar, ya esa es otra manera de pescar, desde la barca que Pedro utiliza para coger peces Jesús la utiliza para ganar corazones, para quitar los pecados.

Pedro se ocupa de los pescados y Jesús de los pecados; Jesús le dice a Pedro que le preste la barca, Jesús entra ahí en el terreno de Pedro, es una barca que sirve para pescar no para predicar.

Esta vez la barca se convierte en púlpito, y desde este extraño púlpito en medio del mar, Jesús predica a la gente; Jesús ha entrado en el terreno de Pedro, pero Pedro no ha entendido tal vez lo que está sucediendo; Jesús tiene que entrar otra vez, o mejor, tiene que entrar aún más en el terreno de Pedro.

Ya no entra en la barca sino en el oficio y Jesús, que no tenía las manos encallecidas ni la piel tostada de los pescadores experimentados, le da una orden a este maestro de pescadores, ahora ya se entró en el terreno de Pedro, se entró en aquello que se supone que es el arte de Pedro.

"Rema mar adentro y echad las redes para pescar". Jesús que había entrado en la barca, ahora entra en el oficio; cuando Pedro, sentado también en su propia barca, oía a Jesús que le hablaba a la gente, Pedro podría creer que esas palabras eran sólo para la gente.

Yo me imagino que Nuestro Señor Jesucristo, Predicador por excelencia y Maestro de predicadores, tenía en grado infinito esa capacidad, ese don, que yo me imagino que algo tiene uno de darse cuenta de cuándo le están poniendo cuidado y cuándo no.

De darse cuenta de cuándo le oyen por cortesía y cuándo le oyen con el corazón, porque así como es un don del auditorio saber cuándo el predicador habla de memoria y cuándo habla desde el corazón, así también es un don del predicador saber cuándo oyen porque toca y cuándo oyen con el alma, con el corazón.

Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente, pero Pedro no era gente en ese momento, Pedro no era discípulo, no era oyente de Cristo, estaba metido en sus propios pensamientos y mirando su pequeño reino: esa barca en la que no habían llegado los pescados; de pronto, ¡sorpresa"!, acabadas las palabras, Jesús se acerca a Pedro: “Rema mar adentro”.

Eso no estaba en el libreto de Pedro: "Éste no es pescador, no sabe del oficio, además está en mi barca". “Rema mar adentro y echad las redes para pescar”.

¿Qué contesta Pedro? Pues lo que había estado pensando todo el rato: “Nos hemos pasado la noche bregando”, en eso era en lo que estaba pensando Pedro, ¿y ustedes creen que Jesús no se había dado cuenta de eso?

Jesús, que cuando le trajeron ese paralítico se dio cuenta de que ese era un pecador y que estaba sobre todo paralizado por el pecado y que se dio cuenta de las murmuraciones de los saduceos, Jesús que escruta los corazones ¿no iba a darse cuenta de qué era lo que estaba pensando Simón? “Nos hemos pasado la noche bregando” . Pedro se la había pasado pensando en su briega, en su trabajo, en sus asuntos, en sus reinos.

Y esto trae una enseñanza lateral pero no poco importante para nosotros. Pedro, el oyente de la Palabra, es el que se pone a pensar en sus negocios y está pero no está porque está pensando en sus cosas, por qué no le funcionan.

Pedro pensaba en sus peces, otro pensará en sus dólares, otro pensará en por qué no le hacen caso, otro pensará en por qué se le dañó el carro, otro pensará en cómo se hace para sacar las notas de una canción, y otro pensará en un problema de matemática.

Cada uno tiene sus briegas, cada uno tiene su asunto y este asunto está pensando que esa es su barca y en esa barca es rey, pero Jesús hoy quiere llegar hasta el final: “Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; por tu Palabra echaré las redes”, de todo lo que dijo Jesús lo único que le entendió es que ahora tocaba ir a pescar, claro.

Lo demás no lo había entendido ni le había importado, pero ahora sí resulta que se entraron en el terreno, hicieron una redada grande, ¡el milagro Jesús lo hace tan perfecto, tan bello! Observa: una redada tan grande que tuvieron que pedir ayuda a la otra barca. Pedro, como todo pescador experimentado, sabe que cuando se está mar adentro no se tiene a nadie.

Cada uno en su barca, Pedro como pescador experimentado sabe que tiene que defenderse solo, hable usted con un marino, con una persona que haya tenido experiencia en el mar y verá como hay personas que tienen un temperamento independiente, porque usted sabe que cuando se está en medio del oleaje, a nos sé cuantos kilómetros de la costa, uno no puede estar pensando: "Va a venir mi mamá o mi papá".

Nadie va a venir, defiéndase usted, salga usted, y esto es lo mismo que uno siente con su propia vida, uno siente con la propia vida que en el fondo la vida de uno no le importa a nadie y que en últimos no va a valer, ni mi mamá, ni papá ni hermanos, ni amigos ni nadie, uno tiene que defenderse y tiene que salir adelante con lo suyo.

La humillación de Pedro es doble, porque no sólo resulta que un extraño, un inexperto logra la redada más espectacular sino que además toca pedir ayuda ala otra barca, así le mostraba sin palabras, ¿qué hermoso es Jesús como Maestro!, así le mostraba sin palabras a Pedro que tendría que depender de Dios y que tendría que depender de sus hermanos.

Así lo volvió de la nube ilusoria de su reinado, él era Pedro el rey en su barca, claro, no se lo decía a nadie pero él era Pedro el rey, ahora se le acabó el reinado, ahora descubre que necesita de la Palabra de Dios, que necesita de Dios y necesita de la barca de sus hermanos.

Y ¿cuál fue el fruto de esta predicación? Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús y dijo: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador”. Ahora Pedro ha descubierto la santidad, en medio del barco medio sepultado de peces, todos esos peces le recuerdan a Pedro que estaba casi sepultado por su interés.

El asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, Jesús dijo a Simón: “No temas, no temas” No te van a hundir tus peces, no te va a sepultar la barca, no te va a tragar el mar, tú piensas más en el mar que lo que el mar piensa en ti, vamos a devolverle el orden a tu vida, ¿te parece, Pedro?

"Pescar, pues ahora te voy a enseñar cómo es que se pesca gente, así es que se pesca: hay que sacar las barcas a tierra, pues ahí van otros que ya la vida les había cambiado; Pedro había sido rendido en su propio terreno, ya no iba a seguir siendo Pedro el rey, el grande, ahora era Pedro el pescado, pescado por el amor, por la palabra, por la sabiduría, por la delicadeza de Cristo.

El verdadero mar estaba donde él mismo había vivido, en esa tierra donde hay tanta gente que tiene su barca, su oficio, su asunto y que está a punto de ser sepultada por sus propios intereses, por sus propios pecados; ahora entendió, por los azotes del agua, entendió que el mar era la tierra.

¿Cuáles son tus peces? ¿Qué es lo que tú buscas? ¿Qué es lo que tú pretendes? Tal vez buscas dinero, reconocimiento, afecto, importancia, puestos, poder, ¿qué buscas? Esos son tus peces, ¿no será bueno que te dejes vencer por Cristo en tu terreno y en tu barca?

¡Que tú te dejes vencer por Él y que tu digas: “Lo que yo busco por encima de todo es afecto, esos son mis peces, pero tú me has ganado, Jesús”? Felices los que se rinden, felices los que se rinden ante Cristo, esos son los vencedores./

El dia que Jesus te dice: "Mueve tu barca", ese dia cambia tu vida

Este pasaje que recuerda una de las pescas milagrosas de Jesús, nos deja una enseñanza muy grande. Pedro estaba oyendo la predicación de Jesús, Jesús predicaba muy largo y acudía mucha gente.

Hay un momento, en que Jesús se mete con la vida de uno, porque eso fue lo que hizo Jesús en este pasaje./

Este domingo el texto del Evangelio de hoy es muy bello: está tomado del capítulo quinto de San Lucas. Se trata del momento en el que algunos de los principales discípulos del Señor toman una resolución, una decisión definitiva (cf. Lc 5,1-11). La frase que tal vez más nos impacta es: “Y dejándolo todo, lo siguieron

P. Rodri



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