(Segundo Domingo de Cuaresma B)
Marcos 9,2-10
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías." Estaban asustados, y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: "Éste es mi Hijo amado; escuchadlo." De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: "No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos." Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de "resucitar de entre los muertos".
ESA PEQUEÑA NUBE ¿Qué hacer cuando no vemos la Bendición?
Hacía ya tres años que no llovía en Israel, la nación entera estaba viviendo un momento crítico, porque al ser un país agrícola y ganadero, dependía de las lluvias para su subsistencia. Pero esta sequía no era obra de la naturaleza en sí misma, sino un castigo de Dios a su pueblo, por el constante pecado de idolatría.
En las tierras bíblicas de aquellos tiempos existía la creencia de que los dioses controlaban los elementos climáticos, una de esas deidades era Baal, el dios de los filisteos. Los campesinos israelitas lo adoraban con toda clase de cultos, a pesar que estaba prohibido en la ley mosaica, lo hacían para asegurar el agua para sus cultivos, lo mismo hacían los que criaban ganado realizaban el mismo mal acto.
En los 10 Mandamientos, en Éxodo 20, queda claro que al único Dios que los israelitas debían servir, adorar y obedecer era a Yahvé, y ningún otro dios era válido. No obstante los israelitas siempre terminaban desobedeciendo a Yahvé, inclinándose ante los dioses paganos, este mal hábito persiguió a la nación hasta provocar su aniquilación en el 722 a.C. y 586 a.C.
En este período, Dios sucitó a uno de los más grandes profetas en la historia de Israel, ELÍAS, para combatir a uno de los peores reyes que esa nación haya tenido: AJAB o ACAB. Elías fue un férreo opositor al culto a Baal, mientras que Ajab y su esposa Jezabel, lo promovían desvergonzadamente.
Así las cosas, cansado el Señor de la constante rebeldía de los israelitas, les envió un castigo, uno que afectaría drásticamente a todo el país: LA SEQUÍA; en otras palabras, Dios atacó la raíz del problema. Es como si Dios hubiera dicho: “Ya que éstos adoran al dios de las lluvias, Baal, voy a dejar de enviarles lluvias por tres años, a ver si ese supuesto dios puede ayudarlos”. Y sabemos por la lectura de la Biblia que Baal no pudo enviarles lluvia a sus adeptos, ¿por qué? sencillo, porque no hay dios fuera de nuestro Dios. NO era Baal quien controlaba la naturaleza, era Yahvé el Señor quien lo hacía, y los israelitas necesitaban aprender esto por las buenas o las malas.
En 1Reyes 18:42-44 vemos el milagroso retorno de las lluvias al país de Israel, tres años habían pasado desde que dejó de llover, y de ese relato bíblico, he sacado esta reflexión.
1. ¿Has experimentado sequía en tu vida? Yo sí. Y por sequía podemos entender: cuando las cosas no resultan como esperamos, cuando el esfuerzo no rinde el fruto que esperábamos obtener; cuando el matrimonio es un desastre, o cuando los hijo van por un mal camino, cuando experimentamos la ruina económica; cuando la salud se ha deteriorado postrándonos en cama, en fin, la sequía puede tomar diferentes formas y puede durar diferentes tiempos (semanas, meses y hasta años).
2. La sequía entre más prolongada, produce un sentimiento que nos consumen, un sentimiento que embarga las emociones y tiene el poder de jalarnos hacia la depresión y dejarnos allí, si se lo permitimos, ese sentimiento se llama FRUSTRACIÓN, y es algo que yo he experimentado en varias ocasiones; no nos gusta sentirme frustrado, pero es parte del proceso. La frustración activa otros sentimientos que de no controlarlos, pueden hacer nuestra vida mil pedazos, me refiero a la amargura, el cansancio crónico, el desánimo y por supuesto la depresión, y hasta el suicidio.
3. Cuando se vive una sequía es muy probable que no podamos ver la salida a ese problema, a esa dificultad, a esa situación. Es que la sequía tiene la capacidad de robar las energías y hacer que nuestra visión se nuble, haciéndonos creer que no lograremos avanzar en la vida. ¿Habrá alguien que esté viviendo un proceso de sequía?
Ahora bien, en el texto de 1Reyes 18:42 al 44, encontramos tres lecciones para afrontar una sequía, lecciones comprobadamente eficaces a la hora de ponerlas en práctica. Estas enseñanzas no son nuevas, seguramente las habrán escuchado en diferentes momentos, pero conveniente que las vuelva a escuchar hoy, quizá Dios tenga una Palabra para nosotros como si se tratara de vaso de agua para un sediento:
1. ORAR
Con respecto a esto déjeme decirle algunas cosas: en el verso 42, aprendemos que hay dos tipos de hombres, los que prefieren seguir sus impulsos carnales (los que buscan la comodidad, el conformismo, el hedonismo, lo fácil), y los que prefieren oír la voz del Espíritu (los que prefieren buscar a Dios por medio de las disciplinas espirituales). En este verso vemos al rey de la nación disfrutando de un gran banquete, mientras que sus súbditos mueren de hambre y de sed; y vemos a Elías disponiéndose a orar porque sabía que eso era lo mejor para enfrentar una crisis. En cambio orar, pedir perdón, arrepentirnos y buscar la gracia de Dios en la madrugada, al medio día, antes de acostarnos puede ayudarnos significativamente a paliar la crisis que estamos viviendo.
También aprendemos que en tiempos de sequía debemos orar “apasionadamente”, así como Elías puso su rostro entre las rodillas; es decir que adoptó una posición corporal incómoda, dobló su cuerpo hasta el suelo y allí se encorvó aún más, ¿sabe por qué? porque sabía que la situación del país era grave.
La oración es la llave que abre todas las puertas, Jesucristo mismo nos anima a orar, pedir, en Lucas 11:9, “PEDID Y SE OS DARÁ, BUSCAD Y HALLARÉIS, LLAMAD Y SE OS ABRIRÁ”.
2. LA ACCIÓN
DEBEMOS MIRAR EN LA DIRECCIÓN CORRECTA: Elías le dice a su siervo, que dirigiera su mirada hacia el horizonte, en dirección al Mar Mediterráneo; lo que importa aquí, es la orden del profeta: MIRA HACIA EL MAR. A veces no vemos la solución porque miramos en la dirección incorrecta.
DEBE OBEDECER EN SILENCIO: Me impresiona la obediencia del siervo, no lo vemos protestando, quejándose o cuestionando la orden de su patrón, él sencillamente subió la montaña en silencio cumpliendo el mandato de Elías. ¿Es difícil esto? ¡Claro que sí es difícil! Sobre todo cuando estamos atravesando una sequía; siempre será más fácil rezongar, enjuiciar, culpar y despotricar contra otros nuestra rabia…, es más sabio mandar callar nuestra lengua traicionera.
TENER PRESENTE, QUE HABRÁN OCASIONES EN LAS QUE NO VERÉ NADA: En el mismo verso 43 el siervo del profeta dice: NO VEO NADA; es decir, no veremos los resultados que esperamos
SEGUIR SUBIENDO, LA PERSEVERANCIA LE LLEVARÁ AL ÉXITO: En el verso 43 y 44 encontramos a Elías ordenándole a su siervo subir “siete veces la cumbre”. Esto parece una locura, pero no lo es, es lo que los triunfadores llaman “EL PROCESO DE LA DISCIPLINA”. Recién en la séptima subida el siervo logró ver algo, no fue en el ascenso número 3, tampoco en el 6, fue en el séptimo, ¿saben por qué? porque el siervo necesitaba pasar por el entrenamiento de la perseverancia…, y eso mismo aplica para nosotros. Si queremos sobrevivir a la sequía que estamos viviendo debemos ser constantes, disciplinados, perseverantes, es decir, “seguir orando, ayunando, buscando el rostro de Dios”. Y finalmente en el ascenso número siete, EL SIERVO VIO UNA PEQUEÑA NUVE, pero esa pequeña nube fue suficiente para activar el aguacero que los israelitas tanto necesitaban.
3. DEBES CREER
En el verso 44 encontramos una declaración que es el punto neurálgico de esta reflexión, en lo que dice aquel siervo: “Yo veo una pequeña nube como del tamaño de la palma de la mano de un hombre”. Qué interesante es que Dios se manifiesta en las cosas pequeñas. Una nubecita apareció por fin; pronto se desparramó por los cielos y regó la tierra. Las grandes bendiciones suelen surgir de comienzos pequeños, las lluvias abundantes de una nube como la palma de la mano. Que nunca despreciemos las cosas pequeñas, porque de comienzos pequeños han surgido grandes cosas. Así es en todos los bondadosos procedimientos de Dios con el alma.
Y de esa pequeña nube vino una tormenta de lluvia y viento como nunca antes. Dios se encarga de mostrarnos “nubecitas” en nuestra vida, o sea, pequeñas señales que nos indican que vamos por buen camino. Y cuando esa nubecita aparece podemos quedarnos tranquilos porque anuncia el término de la sequía, que tantas lágrimas nos habrán costado, que tengan un excelente y bendecido día…
P. Rodri
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