Este es el domingo de la Sagrada familia, una buena ocasión para reconocer cuáles son los desafíos y amenazas que hoy se ciernen particularmente sobre las familias, y yo creo que son sobre todo tres:
1. DISOLVER: disolver a la familia, es decir hacer de la familia una cosa tan diluida que en el fondo no significa nada, sería disolver o diluir la familia.
2. DESTRUÍR: destruir a la familia, destruir se refiere especialmente cuando el odio, la división, el divorcio, los conflictos, hacen imposible la convivencia.
3. ENCERRAR: encerrar a la familia, es decir, seguir el camino de aquellos que viendo tantos problemas y reconociendo tantas amenazas, hacen de su hogar, una especie de espacio cerrado, “nosotros” y nadie más, algo así como un lugar para protegerse, un lugar donde quedan afuera aquellos que no pertenecen al núcleo de la familia.
Entonces son tres riegos muy grandes que a toda costa pretenden hacer desaparecer a la familia, como si no importara nada, en cambio la sagrada familia nos muestra que la FAMILIA SI QUE IMPORTA, y en el hogar de Jesús, María y José, descubrimos el vigor y la santidad de la familia, por eso podemos decir que el hogar de Nazaret es una respuesta ante ese primer desafío de diluir la familia, porque la familia ya no importa, es cualquier cosa, y ya no importa casarse o no casarse, si se casan dos hombres, o si se casan cuatro mujeres, cualquiera se casa con cualquiera, de tal modo que familia no significa nada.
Y llamamos destrucción de la familia cuando el odio, la agresión la soberbia, el egoísmo se imponen, en los miembros de la familia, nada de eso tenemos, bendito Dios, en los miembros de la familia de Nazaret; la humildad, la oración, el apoyo mutuo y la caridad, son lo propio del hogar de Nazaret.
El tercer desafío es hacer de la familia, una especie de castillo cerrado sobre si mismo, donde todo se impone desde la desconfianza y sobre todo un tipo “de hogar” en donde a veces caen algunos católicos, es un tipo de hogar en el que está a la defensiva de todos los demás, y que deja por fuera a muchas personas; por ejemplo en esta época de celebraciones en que muchas personas que no tienen la alegría de un hogar estable, se quedan por fuera, nadie les invita, no caben en ninguna parte, si nuestra familia no se abre al que está soltero o solterón o que está separado, si nuestras familias no se abren a las personas que están enfermas o discapacitadas, si hacemos de nuestras familias una especie de resguardo, donde nosotros nos protegemos de todos los demás, no estamos siendo fieles tampoco al modelo que nos muestra la Sagrada Familia.
Recordemos aquel pasaje en que le dicen a Jesús, tu madre y tus hermanos están a aquí y vienen a buscarte, ya sabemos… no se trata de hermanos de Jesús, como hijos de José y de María, sino que se habla de hermanos, porque Jesús NO CRECIO ENCERRADO, en la protección de una especie de castillo de perfectos y de santos, y vaya que había santidad en esa casa; pero Jesús no creció así custodiado, protegido, defendido de los pecadores, Jesús creció y vivió entre esos otros niños y niñas de Nazaret y por eso se habla de hermanos y hermanas de Cristo.
En la familia de Nazaret, encontramos respuesta a esos grandes desafíos de hoy, encontramos respuestas a la disolución de la familia, porque ser hombre o ser mujer, en la unión estable de la familia, si importa; encontramos respuesta a la destrucción de la familia, porque ni el odio ni la soberbia, tienen cabida en el hogar de Nazaret.
Y encontramos respuesta a eso que algunos, de tendencia más bien conservadora, genera a veces ese protegerse y encerarse sobre si mismos; el hogar de Nazaret nos muestra que el Amor de Dios siempre nos abre para que haya espacio, para que haya caridad, y para que haya acogida a muchos más.
P. Rodri
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