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QUIEN TEME A DIOS, NO TIENE MIEDO.

Jeremías 20,10-13

Dijo Jeremías: "Oía el cuchicheo de la gente: "Pavor en torno; delatadlo, vamos a delatarlo." Mis amigos acechaban mi traspié: "a ver si se deja seducir, y lo abatiremos, lo cogeremos y nos vengaremos de él." Pero el Señor está conmigo, como fuerte soldado; mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo. Se avergonzarán de su fracaso con sonrojo eterno que no se olvidará.

Señor de los ejércitos, que examinas al justo y sondeas lo íntimo del corazón, que yo vea la venganza que tomas de ellos, porque a ti encomendé mi causa. Cantad al Señor, alabad al Señor, que libró la vida del pobre de manos de los impíos."


Mateo 10,26-33

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: "No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones.

Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre.

REFLEXIÓN:

En el evangelio de este domingo encontramos dos invitaciones de Jesús: por una parte, «no temáis a los hombres», y por otra «temed» a Dios (cf. Mt 10, 26. 28). Vamos viendo la diferencia que existe, entre los miedos humanos y el temor de Dios.


1. EL MIEDO HUMANO

Se puede decir que el miedo humano, es una dimensión natural de la vida; ya que desde la infancia experimentamos diversas formas de miedo, que se vuelven imaginarias y desaparecen; pero luego surgen otros miedos, que se fundamentan en la realidad, como: y que debemos afrontar y superar con el esfuerzo humano y con la confianza en Dios.


Pero también y sobre todo hoy, encontramos otra forma de miedo más profunda, un miedo de tipo existencial, y que muchas veces se transforma en angustia.


Entonces, ¿Qué quiso decir Jesús con: NO TENGAN MIEDO?

Tener miedo es no tener suficiente fuerza, y abandonar todo a mitad del camino, es decir, es ponerse límites a uno mismo. Sería como si el discípulo dibujara un círculo en el suelo, y se encerrara en él, y decir que no se puedes salir del círculo, sin ni siquiera intentarlo. Por eso es uno mismo es el que se auto-limita. Soy yo, quien no quiere salir fuera de ese círculo.


El miedo es la emoción más difícil de manejar, porque ante el dolor, lloramos; con la ira, alzamos la voz; pero el miedo está anclado silenciosamente, en nuestro corazón. El miedo nos impide vivir nuestra vida con verdadero sentido, y nos quita la libertad de amar; por eso es que Cristo recordaba tantas veces a sus discípulos: No tengan miedo.


Porque ya desde el pecado original, el ser humano tiene miedo, y lo más triste de todo, es que incluso tiene miedo de Dios, nada más con sólo desobedecer a Dios, y comer del árbol prohibido, Adán respondió al Señor, cuando le preguntaba, ¿Dónde estabas? Y él dijo: “Te oí en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo, y me escondí”. “¿Quién te ha hecho saber que estabas desnudo?”, le preguntó Dios. “¿Has comido del árbol del cual Yo te mandé que no comieras?” (Gn. 3:9-11).


Hemos sido bautizados y con eso quedó eliminado el pecado original, pero quedan en nosotros huellas de ese pecado, especialmente el miedo, que nos debilita y nos lleva a las peores perturbaciones. Por eso con tanta fuerza, el miedo nos sujeta al mal y nos hace esclavos de nuestras pasiones.


Todos lo sabemos, que los adolescentes tienen un miedo especial a ser excluidos de los círculos de sus compañeros y de no ser aceptados por sus grupos de amigos. En consecuencia, a fin de complacer a sus iguales, muchos de estos jóvenes comienzan a utilizar un lenguaje grosero, obsceno y a hacer cualquier cosa que el grupo les pida, aunque sea algo gravemente pecaminoso.


Nuestros enemigos son internos y externos. La primera lectura de hoy, nos lo describe Jeremías diciendo: Oía los rumores de la gente: ¡Terror por todas partes! ¡Denúncienlo! ¡Sí, lo denunciaremos! Hasta mis amigos más íntimos acechaban mi caída.


Tenemos muchos miedos: a la muerte, a ser separados de quien amamos, a perder control de las situaciones, miedo a comprometernos, a equivocarnos, a ser rechazados, miedo a perder un trabajo, miedo a que se rían de nosotros; miedo a ser descubierto, miedo al fracaso, miedo a la soledad, miedo al divorcio, miedo a la enfermedad, o miedo a la muerte. Este tipo de miedo, nace de un sentido de vacío existencial, que aunque uno diga que cree en Dios, no cree del todo.


Y hay muchos miedos inconscientes, por ej. si alguien deja de fumar por temor a que se le produzca un cáncer de pulmón, tenemos un miedo real, pero saludable, porque el peligro es real y el miedo nos puede llevar a dar pasos para evitarlo. Si alguien va tener un examen difícil, y eso te produce miedo en la semana anterior, también puede ser algo bueno, positivo sobre todo si le ayuda a vencer la pereza y la lentitud.


2. TEMOR DE DIOS

El miedo puede ser también algo muy complejo, por ejemplo, cuando el buen ladrón llama la atención, al otro ladrón, que estaba junto a Cristo, le dice: ¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Por eso Cristo habla del único miedo positivo y necesario: El temor a Dios como don del Espíritu Santo.

El temor de Dios: “el principio de la verdadera sabiduría”, coincide con el respeto a su autoridad sobre la vida y sobre el mundo. Quedarse sin este temor de Dios, equivale a querer ponernos en su lugar, creer que somos nosotros quienes decidimos sobre el bien, el mal, la vida y la muerte.


Entonces, ese NIO TENER MIEDO significa: “No dejen que el miedo nos dirija

¿Y por qué tenemos miedo?

Primero, porque no terminamos de creer que Dios tiene planes para el mundo y para todo lo que sucede. Y en segundo lugar, porque olvidamos los milagros que ha hecho en nuestra vida.

El NO temor de Dios, o llamado falso temor (o servil) se parece a los demás miedos, que de entrada pueden crear caos y falta de paz en nuestra vida.


Pero los que de verdad tienen TEMOR DE DIOS, tienen la seguridad de un niño en los brazos de su madre. Es un temor filial, es el miedo de ofender a Dios o separarse de Él.

El temor de Dios confirma nuestra esperanza y nos produce un fuerte deseo de no ofenderle, dándonos también la certeza de que él nos dará la gracia para que no le ofendamos. Nuestro deseo de no ofenderle es más que un sentido de obligación; nace del amor, de la conciencia filial y nos lleva a una forma de amor que busca la unión con él. Y esto no lo hacemos meramente por temor al castigo, sino porque le amamos profundamente, porque le consideramos digno de reverencia, admiración y respeto.


El Libro de Jeremías nos dice hoy: El Señor está conmigo como campeón temible; por tanto, mis perseguidores tropezarán y no prevalecerán. Un buen ejemplo de la victoria completa sobre nuestros enemigos internos.

Terminamos con unas palabras famosas, tomadas de la primera homilía del Papa San Juan Pablo II, completamente en línea con el Evangelio de hoy: ¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!

Con frecuencia el hombre actual no sabe lo que lleva dentro, en lo profundo de su alma, de su corazón. Muchas veces se siente inseguro sobre el sentido de su vida en este mundo. Se siente invadido por la duda que se transforma en desesperación.

P. Rodri



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