Este es el segundo domingo de Adviento, y la figura atrayente y a la vez extraña de San Juan Bautista, nos saluda en este domingo.
La palabra que brilla en la predicación de Juan Bautista es la palabra CONVERSIÓN, y de ella tomamos nuestra primer enseñanza para el día de hoy: todo genuina vida cristiana, toda predicación genuina, debe pasar por la conversión; el sacerdote que habla mucho, pero no habla o habla poco de la conversión, es un sacerdote que está buscando agradar a la gente, pero con la agravante de no agradar a Dios o simplemente apartarse de su camino.
Ya desde antigua, el sello de los antiguos profetas, era agradar a la gente, es decir, decir a las personas lo que querían oír, y la mayor parte de nosotros lo que queremos oír es que, “somos buenos, que estamos haciendo las cosas bien”, que hemos tenido algunos problemas, pero que en el fondo, todo saldrá bien, eso es lo que uno quiere oír, incluso si uno ha cometido graves pecados, eso es lo que uno quiere oír, eso es lo que a uno le gusta oír; porque el tema de conversión, en el corazón humano, lo primero que ataca es el ORGULLO, tenemos orgullo, muchos de nosotros estamos marcados por distintas formas de soberbia, de orgullo, de vanidad, de arrogancia, y precisamente eso, es lo que la conversión quiere atacar; es lo que quiere matar en ti, esa palabra, no es fácil ni para ti, ni para mi, aceptar que hay muchas cosas en las que hemos fallado, y no han sido simplemente errores, no han sido simplemente equivocaciones, nos ha faltado amor, nos ha faltado coherencia, nos ha faltado generosidad, nos ha faltado oración, nos ha faltado fe.
La lista de cosas que se han quedado cortas en nosotros es muy grande, y la predicación de Juan Bautista es una predicación valiente, una predicación incómoda, pero muy necesarias; porque sabes una cosas, a medida que vamos descubriendo, qué es lo que nos hace falta, para eso es el tiempo de Adviento, vamos descubriendo también, QUIÉN nos hace falta, y ese es precisamente el Adviento; un tiempo para que nosotros nos llenemos de hambre, un hambre santa de Dios, porque al descubrir que me faltan tantas cosas y que me he equivocado en tantas cosas, los dos caminos que me quedan son: o el de la desesperación, o el de la conversión.
Entonces, el llamado a la conversión es, entender que hay muchas cosas que tienen que cambiar en mi vida, y ¿para qué las admito, para simplemente hundirme en la desesperación, o tal vez para caer en el cinismo? Cinismo en este caso, es decir: yo soy así, yo me quedo así, el que me quiera querer que me quiera así, eso es cinismo; está renunciando a darte la mejor oportunidad; el alcohólico que dijera, yo soy así, moriré alcoholizado; el drogadicto que dice yo soy así, será un muerte dulce; el adúltero que vive y celebra su adulterio y quiere que le aprueben su adulterio, todas esas personas están siguiendo la tendencia que en el fondo todos tenemos, ya lo dije, la tendencia a no convertirse, la tendencia a pensar que mejor me quedo así, en el fondo no estoy tan mal.
Pero es mucho mejor el camino que nos propone el Señor, es el camino de reconocer errores, reconocer deficiencias, reconocer vacíos, y en ese vacío está la cuna, en ese vacío está el espacio bendito para que venga Jesús, y haga su obra grande en ti y en mi, que tanto lo necesitamos.
P. Rodri
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