Lucas 13, 1-9
En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús contestó: "¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera."
Y les dijo esta parábola: "Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?
Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortaré".
REFLEXIÓN
En la primera lectura de hoy escuchamos cómo Dios elige a Moisés y le revela su nombre; ha visto la opresión de su pueblo en Egipto, y decide llamar a Moisés para liberarlo.
Por medio de una zarza que arde sin consumirse, Dios llama la atención de Moisés; éste se sorprende ante ese espectáculo admirable, y la curiosidad le lleva a acercarse a la zarza ardiente. Es ahí donde Dios le llama “Moisés, Moisés”. La respuesta de Moisés es de disponibilidad: “Aquí estoy”.
Dios le hace ver que está ante su presencia, que la tierra que pisa es sagrada, pues ahí mismo Moisés se encuentra con la presencia de Dios. Dios se presenta a Moisés como el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, el Dios de sus antepasados, y le expone cuál es la misión para la que le ha llamado: ser el liberador de su pueblo de la esclavitud de Egipto.
Pero Moisés pone resistencia ante esta llamada: ¿Qué les digo a los israelitas cuando me preguntes cómo se llama este Dios que me envía?
Y Dios revela su nombre: “Soy el que soy”. Dios es el que existe, el que es, el que está presente. Dios es el Dios cercano a su pueblo, el Dios que se preocupa por el sufrimiento de los suyos.
En el salmo de hoy encontramos otra definición de Dios: el que es compasivo y misericordioso.
Dios no se queda tranquilo ante el sufrimiento de su pueblo, por eso decide intervenir y liberarlos por medio de Moisés, que es enviado como liberador. Él sacará al pueblo de la esclavitud y lo guiará por medio del desierto hasta llegar a la tierra prometida. Este es un texto fundamental en la fe de Israel.
Nosotros, los cristianos, vemos en Moisés la figura de Cristo, nuestro salvador.
Dios nos salva a través de Cristo, nos saca de la esclavitud de nuestras malas acciones, pero nosotros hemos de corresponder a esa salvación. Dejemos atrás lo que desagrada a Dios, comencemos ya desde hoy a vivir como Dios manda…
En el Evangelio, Jesús nos apura a la conversión. No podemos alargar más en el tiempo nuestra conversión y nuestra vuelta a Dios.
Lamentablemente, cada día, amanecemos con malas noticias: homicidios, accidentes, catástrofes… En el pasaje evangélico de hoy, Jesús se refiere a dos hechos trágicos que en ese tiempo habían suscitado gran impacto: una represión hostil, Pilatos hizo asesinar en masa, a unos Galileos, mientras ofrecían un sacrificio, realizada por los soldados romanos en el templo; y el derrumbe de la torre de Siloé, en Jerusalén, que había causado dieciocho muertos (cf. Lc 13, 1-5).
Jesús conoce la mentalidad supersticiosa de la gente y sabe que ellos interpretan de modo equivocado ese tipo de hechos. Jesús rechaza completamente esta interpretación, porque Dios no permite las tragedias para castigar las culpas, y afirma que esas víctimas no eran de ninguna manera peores que las demás habitantes de Jerusalén. En consecuencia, Jesús sirviéndose como apoyo de estos sucesos quiere insistir en la urgencia de la conversión: “Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera”.
Jesús invita a sacar de estos hechos dolorosos una advertencia referida a todos, porque todos somos pecadores. También hoy, ante ciertas desgracias y tragedias, podemos ser tentados de «descargar» la responsabilidad sobre las víctimas, o, sobre Dios mismo.
Y, el Evangelio nos invita a reflexionar: ¿qué idea nos hemos hecho de Dios? ¿Estamos convencidos de que Dios es así? O, ¿no se trata de una proyección nuestra, de un dios hecho «a nuestra imagen y semejanza»? Jesús, al contrario, nos llama a cambiar el corazón, a hacer un cambio radical en el camino de nuestra vida, abandonando el amañamiento que teneos con el mal.
El segundo episodio es muy interesante y tiene raíces muy profundas en el AT, Israel es plantación del Señor. Lamentablemente, cada uno de nosotros se parece mucho a un árbol que, durante años, solo hemos mostrado esterilidad.
Pero, afortunadamente, Jesús se parece a ese campesino que, con una paciencia sin límites, obtiene una vez más una prórroga para la higuera infecunda: le dijo al dueño, “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortaré". Se refiere a un «año» de gracia: tiempo de Misericordia.
Nunca es demasiado tarde para convertirse, ¡nunca! Hasta el último momento: la paciencia de Dios nos espera, y hace lo mismo también con todos nosotros. Cuántas veces, nosotros estamos ahí, ahí, a punto de caer y el Señor nos salva: Nunca es tarde para convertirnos, pero es urgente, ¡es ahora! Comencemos hoy.
Que la Virgen María nos sostenga, para que podamos abrir el corazón a la gracia de Dios, a su misericordia; y nos ayude a nunca juzgar a los demás, sino a dejarnos provocar por las desgracias de cada día para hacer un serio examen de conciencia y arrepentirnos.
P. Rodri
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