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NUESTROS REGALOS

Epifanía, llamamos a esta solemnidad, palabra con la cual decimos: "Manifestación del Señor". Ya se había manifestado a María y a José, y ya se había manifestado a los pastores que eran como una especie de escoria del pueblo de Israel. Los pastores del tiempo de Jesús tenían pésima fama, tenían fama de gente mentirosa, ladrona, de gente indeseable, y entonces ¿Por qué a esa gente le envía Dios una legión de Ángeles? Porque Jesús, Gloria del cielo, se les manifestado como la PAZ a estos pastores.


Entonces, lo nuevo que trae la Epifanía no es la manifestación en sí misma, sino la manifestación a pueblos no judíos, la manifestación a los pueblos gentiles, representados por esos extraños y pintorescos personajes de Oriente a los que llamamos Reyes Magos. La tradición ha dicho que eran tres y que eran al mismo tiempo reyes, esa tradición, aunque sea antigua, parece tener más de leyenda que de apoyo, como para complementar lo que nos dice el Evangelio.


Esos personajes de Oriente vinieron por un camino y se marcharon por otro, vienen con el ansia de quien busca y se marcharon con el gozo de haber encontrado lo que tanto buscaban. El camino de ida era incierto y penoso; y el de regreso se torna seguro y alegre...


Esto quiere decir que Jesús nace en Belén para todos los hombres, para los de cerca y para los de lejos; para los judíos y para los gentiles, para los pastores y para los magos que vienen de oriente; no hay acepción de personas, pero si, los primeros en recibir el mensaje van a ser los pobres, los pastores; y, después, llegarán los magos guiados por una estrella y buscando su significado.


El nacimiento del Hijo de Dios en Belén, fue un gran acontecimiento y que,} trascendió a quienes debía trascender. En la Nochebuena los Ángeles dan a conocer a los pastores la noticia, pero a estos otros personajes, les llega la noticia por medio de un fenómeno singular. ¿Se sirvió Dios de un cometa para anunciar a los Magos el Nacimiento de Jesús? Pues, pudiera ser, o no ser así, eso importa poco; porque a fin de cuentas ¿Quién les guio? Sin duda la mano de Dios, diciendo: Hemos visto salir su estrella y hemos venido a adorarlo.


Herodes interroga a los magos y termina persiguiendo a los niños inocentes; los que se creen en posesión de la verdad lo único que hacen es enseñar "sus verdades" despótica mente al pueblo; los magos no fueron a Belén cargados de razón, sino preocupados y encaminados por un hermoso deseo: Adorar a Dios, se acercaron al pesebre de Belén para contemplar la verdad hecha carne. Unos buscan a Jesús para adorarlo y otros lo buscan para matarlo.


Esta fiesta nos invita a preguntarnos ¿Qué regalo espera Dios de nosotros? Dios acepta nuestra debilidad, lo que somos, nuestro pecado y nuestras fragilidades, para rehabilitarnos y hacernos plenamente felices. Quiere que descarguemos ante él las pesadas cargas que nos agobian y nos impiden ser nosotros mismos.

Para nosotros, los cristianos, Jesús es la estrella que nos guía por los caminos de este mundo hasta el encuentro con el Padre, pero ahora no voy a referirme a la Estrella de Belén, sino a las muchas estrellas que, en nuestras vidas diarias, desde que nacemos hasta que morimos, nos guían y nos orientan, no me refiero, claro, a las estrellas del cielo, sino a las más cercanas estrellas en la tierra.

En circunstancias normales, para los niños las primeras estrellas que les alumbran y les guían son, sin duda, sus padres. Los niños nacen teniendo ya unos padres determinados, no al revés; no son los niños los que eligen a sus padres, sino que son los padres los que deciden tener, o no, a los hijos; de ahí la inmensa responsabilidad de ser padre. Los niños nacen dejándose manejar y guiar por sus padres, es una ley de la naturaleza y nadie podrá sustituir a los padres en la tarea de educar a los hijos en los primeros años de la vida, otras personas podrán ayudarles, pero nunca sustituirles, esto, claro, en circunstancias normales, porque siempre las habrá excepciones.


Cuando los niños crecen empiezan a buscarse otras estrellas que les guíen, al lado o al margen de sus padres; estos suelen ser los amigos y amigas, los educadores, los medios de comunicación, la calle, podemos ser luz o estrella para algunas personas. Una luz muy pequeñita, pero, al fin y al cabo, luz. La estrella que guio a los Magos les condujo hacia Jesús; y, nosotros, ¿hacia dónde guiamos a las personas que buscan en nosotros orientación y guía? La responsabilidad de las estrellas es siempre grande, aún en lo pequeño, debemos aceptar nuestro papel, y nuestra responsabilidad de estrellas, sabiendo, eso sí, que como estrellas sólo podemos orientar, no forzar. La estrella aparece para orientar, no para arrastrar, como la estrella de Belén, solo orientó o guio a aquellos personajes, hasta el encuentro con Jesús re cien nacido.


También los gentiles son coherederos, Jesús no fue sólo de los judíos, como ahora no es sólo de los católicos. La luz del evangelio es una luz universal, católica; el sol de Jesús sale cada mañana sobre buenos y malos, indistintamente.


¿Qué obsequio es el más caro, el más codiciado y guardado por los Reyes Magos? ¡El regalo de la fe! ¡El regalo de la esperanza! ¡El regalo del amor a Dios! ¡Cuántos regalos que nadie o muy pocos piden o pedimos! Ellos ofrecieron sus cofres a rebosar de oro, incienso y mirra. Todos tenemos un gran cofre en el interior de cada uno. ¡Volquémonos sobre Belén! con un corazón que se da, se ofrece, se entrega, se vacía, se postra.


Los regalos que nos dice el Evangelio de hoy que ofrecieron al niño son signos que nos hablan de Cristo: ORO es lo que se les ofrecía a los reyes, por lo tanto reconocen a Jesús como Rey; INCIENSO es lo que se ofrecía en el templo a Dios, por lo que reconocen que ese niño es Dios verdadero; y MIRRA es el ungüento con el que preparaban los cuerpos de los muertos para su sepultura, por lo que reconocen que ese Dios verdadero, se ha hecho hombre y anuncian ya con este signo la muerte en cruz de Jesús.


Presentémosle nosotros a Cristo nuestros regalos, que ya no son oro, incienso ni mirra; sino nuestro propio corazón, Entreguemos hoy a Dios nuestra vida, ofrezcámonos a nosotros mismos, adorémosle de verdad, pues Cristo es el Señor del mundo que manifiesta su gloria y su poder en un niño recién nacido.

Dice Isaías capítulo 60: Lleno de gozo y alegría: “¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Mira: las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos, pero sobre ti, amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti; y caminarán los pueblos a tu luz; los reyes al resplandor de tu aurora.”

P. Rodri



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