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MARTA Y MARÍA

Lucas 10, 38-42

En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.

Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.

Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano."

Pero el Señor le contestó: "Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán." Palabra de Dios


Reflexión

Se cuenta que, en una ocasión, un famoso científico alemán quiso realizar una expedición por el Amazonas. Era una eminencia en los diversos ramos del saber. Llegado al Brasil, le pidió a uno de los nativos del lugar que lo llevara en su barca, río adentro. El joven aceptó con gusto. Durante la travesía, el sabio preguntó al joven: ¿Sabes astronomía? No. ¿Y matemáticas? Tampoco. ¿Y biología o botánica? –No, yo no sé nada de esas cosas, señor –le respondió el muchacho, muy confundido—. Yo sólo sé remar y nadar. ¡Qué pena! –le dijo el científico— has perdido la mitad de tu vida. Y guardaron silencio. Al cabo de una media hora se precipitó una tormenta tropical y la barca amenazaba naufragar. Entonces el barquero preguntó al científico: ¿Sabe usted nadar, señor? –No –contestó el sabio-. Y el muchacho, con tono apenado, Señor, le dijo el joven: -¡Pues usted ha perdido toda su vida! jajaja

Esta simpática historia nos puede ayudar a comprender que hay cosas buenas y necesarias, pero que no son las más importantes de la vida. Mientras que otras, aunque sean aparentemente menos importantes, son las más fundamentales. En otras palabras, nos descubre el sentido de lo esencial en la vida.


Las lecturas de este domingo nos hablan de acoger, hospedar, recibir y parece algo solamente material, algo que acontece en la cotidianidad de la vida, pero hay también una dimensión espiritual en esto de recibir y acoger, y de hecho no recibimos materialmente, corporalmente a una persona, sino hasta después de haberla recibido, y de haberla acogido en nuestro corazón.


A Jesús le complacía hospedarse en la casa de Betania, porque allí tenía buenos amigos que lo querían, lo acogían con gusto y con quienes pasaba unos ratos de descanso y de familiaridad muy agradables. Lázaro, Marta y María eran amigos y confidentes de nuestro Señor. Marta, la hermana mayor, fungía de anfitriona, de ama de casa, y se afanaba para atender lo mejor posible a su huésped y Amigo tan singular y tan querido. Y la señora de casa (Marta) hacía todo lo posible por ofrecerle lo mejor y por "lucirse" en el servicio y en las atenciones... Dice el evangelistas que se "Se multiplicaba para dar abasto con el servicio".

Mientras tanto, María, toda despreocupada, "sin hacer nada", se sentaba plácidamente a los pies del Señor a escuchar su palabra. Marta, toda nerviosa y ajetreada, se detiene un momento y, en tono de queja, le dice a Jesús que le pida a la hermana menor, que la ayude en el quehacer, ya que ella no alcanza con todo.

Seguramente esperaba que, ante la petición del Maestro, su hermana se levantaría a ayudarla. Y, sin embargo... no sólo no logró que María le echara una mano, sino que, además, se ganó una dulce reprensión de parte del Señor: "Marta, Marta, tú te inquietas y te turbas por muchas cosas... pero sólo UNA SOLA ES NECESARIA, le dice, y María, ha escogido la mejor parte, y nadie se la quitará".


Marta y María son dos personajes, a las que solemos presentarlas de manera opuesta, pero debamos descubrir aquello que les hace complementarse, más que oponerse la una a la otra. Es cierto que una de las normas de la hospitalidad judía era recibir bien al visitante, ofrecerle agua para los pies, manchados del polvo del camino, algo de comida y, si era necesario, también un lugar donde descansar. Marta cumple todas esas normas, con su servicio inquieto y afanado, y es precisamente tanto afán, el que no le hace darse cuenta de QUIEN es el que visita su casa.


La mayoría de las amas de casa, que no tenéis tiempo para tomaros unos días para un retiro, y que eso les vendría de mil maravillas.


Yo creo que no siempre se ha hecho justicia a Marta, tal vez hemos pensado que Marta se ganó el "regaño" del Señor, porque estaba equivocada, pero NO, Marta estaba haciendo una cosa estupenda, maravillosa: estaba sirviendo al Señor. ¡Qué privilegio! Sin embargo, a pesar de todo, sí tuvo un error, y Jesús no tardó en hacérselo ver, es porque el problema no está en servir al Señor, sino en la manera de hacerlo. Lo que Jesús reprueba no son sus servicios y sus atenciones, sino la agitación, la dispersión, el andar corriendo en mil direcciones y perder la paz del corazón.


Marta se deja ganar por lo urgente, y sacrifica lo importante; se deja ganar por el activismo y olvida la contemplación, la escucha de la palabra del Señor, que es lo que verdaderamente importa. Olvidó que la llegada del Señor a su casa, era la gran oportunidad para estar con Él, y escucharlo, pero prefiere, en cambio, la acción. Pero cae, al mismo tiempo, en la precipitación, en el ruido, en la agitación y el nerviosismo. "La prisa es imprudente y ciega". Marta acoge a Jesús en su casa, pero María lo acoge dentro de su corazón, en su propia intimidad.

Tal vez incluso Marta quería quedar bien ante el Señor, reservándole lo mejor de sus servicios, pero se quedó en las cosas del Señor; mientras que María escogió al Señor de las cosas y le entregó su ser entero. Por eso, creo que habría que preguntarnos hoy, a qué damos nosotros más importancia en nuestra vida: al "ser" o al "quehacer"; a la “ACCIÓN" o a la “CONTEMPLACIÓN”; porque si no tenemos el corazón lleno de Dios, nuestra acción será sólo ruido y vacío estéril, como dice un proverbio: "Mucho ruido y pocas nueces".

No se trata de preferir una de las dos actitudes y de descartar la otra, sino que debemos de unir las dos dimensiones en nuestra vida, pero insistiendo en lo ESENCIAL: oración y acción, escucha y servicio.

El contraste entre “estar sentada” y “estar atareada en muchos quehaceres” es grande. Marta es una mujer, tipo de la vida activa; mientras que María, su hermana, es un símbolo de la vida contemplativa. A Marta no le reprocha que se dedique a servir, sino en el afán del activismo que le quita la paz.


No podemos caer en la tentación, de confrontar acción y contemplación. Las dos son necesarias para un cristiano. Siempre es bueno recordar la hazaña de un enamorado de los automóviles y de las carreteras. Viajaba, no se detenía ante nada ni para nadie; sólo pensaba en sí mismo y en su coche. Hasta que, en cierta ocasión, un consejero, de esos que saben aconsejar oportunamente, y en el momento preciso, le dijo: tarde o temprano, amigo, tendrás que detenerte a recargar gasolina o no llegarás donde pretendes. Combustible y horizonte, lejos de oponerse, se complementan. Contemplación y acción, son necesarias para vivir con más calidad de vida, y para preguntarnos sobre las grandes verdades de nuestra existencia.

P. Rodri




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