Amós 8, 4-7
Escuchad esto, los que exprimís al pobre, despojáis a los miserables, diciendo: "¿Cuándo pasará la luna nueva, para vender el trigo, y el sábado, para ofrecer el grano?"
Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa, compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo.
Jura el Señor por la gloria de Jacob que no olvidará jamás vuestras acciones.
Reflexión:
El profeta Amós, vivió hace más de dos mil quinientos años, y la clase de delitos o malas costumbres o trampas que él denuncia, siguen sucediendo también en nuestra época.
Vendedores que disminuyen la medida, que aumentan el precio, que manipulan las balanzas, gente que compra al débil por dinero, al indigente por un par de sandalias, gente que vende lo que no sería para vender, como el desecho lo que ya no sirve. Todos estos son los frutos, son los resultados de un corazón codicioso, todas esas son trampas, son engaños.
Y el tema que aparece en las lecturas de hoy, por lo menos en la primera y el evangelio, tiene que ver con eso, con el manejo de los bienes terrenales. No se puede ser esclavo, no se puede tener como Señor a Dios y tener al mismo tiempo, como señor al dinero.
Y, todos los que participan en el negocio del tráfico de personas, se llama tráfico de blancas, tráfico de mujeres para negocios de prostitución y de pornografía, es una cosa aterradora.
¡Manada de cobardes que somos muchos de nosotros! Estamos en el colegio, en la escuela, en la universidad, y nos da pena hablar de Cristo. Vivimos escondidos, retraídos, mientras que vemos que lo que aparece muchas, veces es la otra posición.
Y si dicen: "Si un marciano llegara a Juárez hoy, y aunque la mayoría de la gente no crea en Dios, ellos se las arreglan para hacer ruido, para sacar la primera página, para hacerse visibles; mientras tanto los católicos acomplejados, escondidos, avergonzados, "que no se me note", "que nadie sepa que tengo fe y creo en Dios".
O, pensemos cómo se diseña un ataque terrorista, porque ellos, verdaderamente le han entregado su corazón a esa causa, y muchos de ellos saben: "que de esa no van a salir vivos". Los que cometen actos terroristas dice: A esto le voy a entregar mi vida; hoy me voy a morir, hoy me voy a explotar allá y mato otras veinticinco, cincuenta personas; hoy le voy a dar mi vida a esto".
O, pensemos cómo se difunde y cómo se mete la pornografía por todas partes, pensemos en todo eso y entenderemos la frase de Jesucristo: "Los hijos de este mundo, los hijos de las tinieblas son astutos" que los hijos de la luz:
Por eso la gente que se apasione por Jesucristo, pueda decir: “Jesucristo es el Señor, es MI SEÑOR”, lo diga de tal manera que sienta: A Él le tengo entregada mi vida, Él es el centro y la razón de mi existencia, vale la pena servirlo con toda el alma". Cuando empecemos a arder de esa manera, encontraremos también que se abren puertas.
El que está apasionado por una causa, encuentra cómo abrir puertas, y si te apasionas verdaderamente por la causa de Jesús, encontrarás que siempre hay una manera de hablar del amor que vale la pena.
Eso es lo que Jesús nos quiere decir con aquello de no servir a Dios y al dinero. No es simplemente usar con prudencia las cosas de esta tierra, es sentir ese fuego que nos quema para entregarnos por la causa del Evangelio.
P. Rodri
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