Un día el demonio iba recorriendo el desierto, cuando se encontró con un grupo de diablillos que estaban tentando a un santo ermitaño. Intentaban seducirlo con las tentaciones de la carne, pero no conseguían nada. Le quisieron llenar la cabeza de dudas y de miedos, pero no conseguían nada. Le rodearon de todo tipo de lujos y comodidades diciéndole que su austeridad era una pérdida de tiempo, pero no conseguían nada.
El demonio dijo a aquellos diablillos aficionados, déjenmelo a mí y observen: Se acercó al santo ermitaño y le dijo al oído: ¿sabes la última noticia? Tu hermano ha sido nombrado Obispo de... Cuando lo oyó una gran envidia se reflejó en el rostro del santo ermitaño. Y pecó.
Y, ¿Con qué tentación caes Tú?
Este santo ermitaño, hombre al fin y al cabo, tenía su punto débil, la envidia brilló en sus ojos y su corazón se entristeció. ¿Se creía más digno y mejor que su hermano?
Hemos iniciado la Cuaresma, tiempo de conversión, tiempo de fortalecer nuestros puntos débiles. Tiempo de examinar nuestra vida, tiempo de escuchar e imitar a Jesús.
El evangelista Marcos con dos frases nos ha narrado 40 días de la vida de Jesús:
1. "El Espíritu empujó a Jesús al desierto.
2. Allí permaneció 40 días y fue tentado por Satanás".
En su bautismo Jesús recibe el Espíritu Santo y ese mismo Espíritu le empuja al desierto. El Espíritu es el guía de Jesús, el Espíritu está al principio de su ministerio. El Espíritu es la fuera de Jesús en estos 40 asaltos con el demonio, pero antes de lanzarse al ministerio de la predicación, Jesús es bautiza, y allí Dios muestra su MESIANIDAD, mediante el Espíritu Santo y la voz del Padre: "Tú eres mi hijo amado".
Y después hace un retiro de 40 días. Marcos nos dice que "vivía con los animales salvajes", es decir: luchas, pruebas, sufrimientos, escasez, necesidad y tentaciones... En los oídos de Jesús todavía resonaban las palabras del cielo: "Tú eres mi hijo amado". ¿Sería verdad? ¿Por qué tantas pruebas? ¿Por qué la presencia de Satanás tan sentida, tan insistente, tan fuerte? En ese cuadrilátero, en ese ring de los 40 asaltos, nos dice el evangelista Marcos, que los ángeles le servían.
Jesús no está abandonado a su suerte, no está solo, el Espíritu Santo que lo empuja al desierto, está con Él como guía, como fuerza y como vínculo de unión con Dios Padre, que pone a prueba a su mejor hijo, a su hijo amado. Tentado por Satanás, Jesús se refugia en Dios y cierra los oídos al tentador, y se prepara para el último asalto, anunciar a los hombres el Reino de Dios y la victoria sobre Satanás.
En este tiempo de Cuaresma todos somos invitados a subir al ring y a enfrentarnos a los "animales salvajes", la tentación de Satanás, del enemigo: de los amigos, del dinero, de la carne, del ambiente, la tentación que nos viene de afuera, y la tentación que nace en nuestro corazón. Mi mayor enemigo no está ahí afuera, sino que está dentro de mí. En esta lucha no estoy yo solo, "Los ángeles me sirven como a Jesús, y el Espíritu Santo es también mi guía, mi fuerza y mi vínculo de unión con Dios Padre; no estoy yo solo, Dios está conmigo en su hijo amado.
La Cuaresma es como una vacuna, el niño tiene miedo a la aguja, pero no sabe que ese piquete le va a evitar muchas enfermedades. La vacuna contra el enemigo es la cuaresma, 40 días de oración, de ayuno y limosna.
Mírense y cambien. Miren a Dios y crean.
P. Rodri
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