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LA SAGRADA FAMILIA

Hoy Domingo 30 de Diciembre, celebramos a la Sagrada Familia.

Hermano, la familia es el tesoro de la sociedad. ¡ Cuidemos nuestras familias!

¡Cuide sus palabras! ¡No diga bobadas! Sepa pedir perdón a tiempo, deje asomar las lágrimas, abrace cuando hay que abrazar, comprenda, escuche, dé amor; pero a todos se nos acaba la gasolina, cuando se pierde la paciencia, se pierde el respeto y es muy difícil vivir así.


Por eso necesitamos de Dios. La familia la inventó Dios; que su familia invoque a Dios, que Dios reine en su familia, para que su familia, según el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret, sea una escuela de amor, una escuela donde los niños y las niñas puedan sentir: que hay alguien que les ama. La familia sirve para que los hijos sean como Jesús: para que crezcan en sabiduría, en estatura y en gracia delante Dios y delante los hombres.


En estos días de Navidad, días que hemos procurado todos vivir en familia, nos acercamos al portal de Belén, vemos a Dios que ha nacido hecho niño y está acostado en un pesebre y vemos junto a Él a María y a José. Por eso, en este domingo dentro de la octava de Navidad en la Iglesia celebramos la solemnidad de la Sagrada Familia.


La familia de Nazaret se convierte para nosotros en modelo de nuestra propia familia; pero cuando miramos cómo están las familias hoy en día descubrimos que ciertamente pasan por dificultades y crisis serias, que pasan por crisis a veces muy duras. Es fácil hoy conocer a muchos padres que sufren a causa de sus hijos, a matrimonios que rompen con facilidad la convivencia conyugal; a mujeres que sufren agresiones por parte de sus maridos, a hijos que son maltratados por sus padres o padres maltratados por su propios hijos… Y ante todo esto, la Iglesia nos muestra a la Sagrada Familia de Nazaret como modelo y ayuda para las familias de hoy.


La gran familia de los hijos de Dios, es la familia de la Iglesia, porque todos somos hijos de Dios por medio de Jesucristo, todos somos también hermanos. Y como cualquier familia, la Iglesia también se reúne alrededor de una mesa para celebrar los acontecimientos más importantes y para compartir el día a día de la vida de familia. La mesa alrededor de la cual se reúne la familia de la Iglesia es el altar de la Eucaristía. Cada domingo nos reunimos los cristianos para celebrar lo mejor que tenemos en nuestra familia: el amor de Dios Padre que se nos manifiesta en el Hijo.


HONRAR A NUESTROS PADRES.

Existe una ley metida en nuestras mismas entrañas, una ley natural que nos inclina a respetar y a querer a los que nos dieron la vida, a los que nos llevaron en sus brazos cuando no sabíamos andar, a los que nos proporcionaron aun antes de nacer tanto cariño y tanto desvelo. Una ley que, sin embargo, se olvida a veces. Por eso Dios ha querido confirmarla con su propia ley. Y así el primero de los mandamientos que miran al bien del prójimo está dedicado a los padres.

San Pablo, dice: "Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque esto es de justicia. Honra a tu padre y a tu madre -que es el primer mandamiento con promesa- para que seáis felices y tengáis larga vida sobre la tierra". Y el libro del Eclesiastes que hemos leído hoy, nos anima a cumplir este mandamiento: "El que honra a su padre se alegrará de sus hijos y cuando rece será escuchado".


Ese deber sagrado de honrar a los padres mientras vivan, es un deber perenne, un deber que no termina nunca; porque ni aun cuando mueran se deben olvidar los hijos de sus padres. También entonces hay que honrar su memoria y rezar por ellos.


"No los abandones mientras vivas, aunque flaquee su mente, ten paciencia y no los abochornes". Qué problema tan dramático el de los padres abandonados, olvidados, relegados en el último rincón, echados de casa, metidos con engaños en asilos o residencias de ancianos, con grandes dificultades para encontrarles un sitio porque todos están lleno. Y es ahora, cuando difícilmente se pueden valer por sí mismos, cuando más necesitan cariño, comprensión, calor de hogar.


Los viejos nos estorban, no nos sirven para nada, son muebles inútiles, son causa de riñas y discusiones entre los esposos, no hacen otra cosa que dar trabajo. Se ponen malhumorados, insoportables con sus rarezas. Y cada vez hay más viejos... Así podríamos pensar, con fría crueldad.

Dios nos dice: "La limosna del padre no se olvidará. Será tenida en cuenta para pagar tus pecados; el día del peligro se acordará de ti y deshará tus pecados como el calor deshace la escarcha".

P. Rodri



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