Eclesiástico 3, 17-18. 20. 28-29
Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso.
Hazte pequeño en las grandezas humanas, y alcanzarás el favor de Dios; porque es grande la misericordia de Dios, y revela sus secretos a los humildes.
No corras a curar la herida del cínico, pues no tiene cura, es brote de mala planta.
El sabio aprecia las sentencias de los sabios, el oído atento a la sabiduría se alegrará.
Lucas 14, 1. 7-14
Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola: "Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: "Cédele el puesto a éste."
Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba."
Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido."
Y dijo al que lo había invitado: "Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado.
Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos."
Predicación Domingo XXII TO C
Jesús no perdía oportunidad para anunciar el Evangelio, si lo invitaban a comer, en la comida predicaba; si tenía que ir a una ciudad, en la ciudad predicaba; y hasta cuando lo crucificaron, desde la cruz predicó; y aún cuando lo meten al sepulcro, de ahí resucitó vencedor, para seguir predicando, para seguir contando que el amor de Dios está vivo, que Dios nos sigue amando.
Hoy encontramos a Jesús predicando en un banquete, en una comida. El Evangelio nos cuenta que se trataba de un sábado, la palabra "sabbath", en hebreo, es el día de descanso para los hebreos; así como para nosotros es el domingo.
Nos cuanta San Lucas en el Evangelio de hoy, que los fariseos eran expertos en observar a la gente; como ellos conocían muy bien la Ley de Moisés, y como tenían tantas tradiciones, costumbres y normas, entonces estaban muy atentos a ver quién cumplía y quién no cumplía.
¿Te acuerdas del fariseo y el publicano? El fariseo quería estar en el primer puesto, mientras que el publicano, estaba en el último puesto. Y el Evangelio de hoy nos habla de los puestos.
Los primeros puestos se refieren a esas cosas que nos VENDE el mundo: Glorias, alabanzas, reconocimientos, poder, mando, honores, privilegios, creerse grande, querer ser grande y poderoso, alardear de lo mucho que sabemos, creer que todo lo podemos sin Dios, buscar ser reconocidos, hacer las cosas para que nos crean muy buenos y muy capaces, creernos mejores que los demás, creernos que somos una gran cosa, creer que merecemos lo que tenemos y muchas cosas más, confiar en las propias fuerzas y no en Dios, buscar hacer nuestra propia voluntad y no la de Dios. Todas estas cosas nos las vende el mundo.
Pero abrir el Evangelio de hoy, es caer en la cuenta, de que a Dios se le gana y se llega mejor, con una de las actitudes más sublimes y más escasas en la vida del ser humano: LA HUMILDAD. Porque el orgullo lo adquirimos por naturaleza, mientras la humildad, es bendición de Dios.
Nosotros tal vez nos sentimos avergonzados por nuestros pecados y cometemos el error de pensar o decir que Dios, jamás se fijará en mí. Pero si tú estás en el último puesto, porque eres el pecador más grande de esta tierra, si tú reconoces eso, entonces la mirada de Dios amanecerá sobre ti y en este momento, Dios tiene preparados milagros, amores, caricias, sanaciones para personas que como tú y como yo, nos sentíamos muy alejados de Él.
Escuchen los hermosos consejos que nos da el Ben Sirac, que es el Sabio inspirado por Dios, que como buen maestro, aconseja a su discípulo: “Todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”. “Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso”.
Tanto la primera lectura, como el Evangélico, nos hablan de la humildad como una VIRTUD NECESARIA en la vida de toda persona. La persona humilde es, casi siempre, más apreciada que la persona soberbia.
Jesucristo por medio de la Iglesia abre sus brazos a todos, no distingue entre rico o pobre, entre hombre o mujer, entre blanco o negro. El Señor quiere acercarse a toda la humanidad y se acerca de de mil formas; lo que sucede, es que a veces hay quienes no le acogen como se merece, le cierran sus puertas, o se las abren a medias.
Al banquete de la Eucaristía todos somos invitados por igual. Quien preside es Cristo, en su nombre y sólo en su nombre lo hace el sacerdote. Al celebrar la Eucaristía hemos de tener los mismos sentimientos de Cristo, que nos invita a su mesa. Junto al Altar, que es la "mesa del compartir", estamos los más necesitados de su amor y su Misericordia. Habrá quienes digan que no son dignos, pero están muy equivocado; porque en el banquete, debemos participar todos: el que busca desesperada mente un trabajo, el inmigrante rechazado o desplazado, el anciano que vive su soledad, el joven incomprendido, la mujer explotada, el homosexual que no se siente aceptado o la persona que se sienta denigrada. Aquí no debe haber rechazo, ni explotación, aquí no debe haber excluidos, sino incluidos.
Si eres soberbio, jamás serás mejor, y Si quieres saber si “eres mejor”, interroga a tu alma, por si ves en ella, alguna hinchazón; porque donde hay hinchazón, hay vaciedad, y el diablo intenta hacer su nido donde encuentra un lugar vacío.
Dice San Alfonso María de Ligorio: “Cualquier bien que hagamos viene de Dios. Cualquier cosa buena que tengamos, pertenece a Dios”.
P. Rodri
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