Jesús experimentó en carne propia esa laceración punzante del dolor humano. Por eso es capaz de compadecerse de la miseria del hombre herido, capaz de decir al que está abatido una palabra de aliento en las diferentes circunstancias de la vida:
1. Las largas horas de la noche en el silencio quejumbroso de los hospitales,
2. El insomnio de los que velan el sufrimiento de los seres queridos.
3. Cuerpos que se extinguen lentamente o se contraen en el dolor punzante.
Miralos Señor, míralos desde tu cruz, diles una palabra de aliento, consuela su pena, Tú qué sabes lo que es sufrir, compadécete de los que sufren.
Y también de aquellos que llevan su dolor por dentro, ese dolor que no se ve, el que se clava en el alma: la ingratitud, el desprecio, la vida vacía, la sensación de una vida sin sentido, también a esos diles una palabra de consuelo. Hazles ver el sentido del sufrimiento, anímalos a aceptar la prueba como tú lo hiciste, que sepan unirse a tu dolor para que también el dolor de ellos tenga un valor redentor.
Tú, Señor, soportaste nuestros sufrimientos, aguantaste nuestros dolores. Fuiste herido por Dios, leproso, humillado, traspasado, triturado. Desgarrándote desnudo, colgando de una cruz... Y todo para redimirnos, para liberarnos, para salvarnos, para conseguir nuestro indulto y perdón.
Hoy lo recibimos con palmas, los mismos que, en Viernes Santo, gritaremos ¡crucifícale!, ¡crucifícale! Qué voces tan diferentes: "bendito sea el que viene en nombre del Señor, hosanna en las alturas, a ¡Crucifícale, crucifícale! Qué diferentes voces son llamarle "Rey de Israel", y de ahí a pocos días: ¡No tenemos más rey que el César! ¡Qué diferentes son los ramos verdes y a cruz; las flores y las espinas! A quien antes tendían por alfombra los propios vestidos, y s poco tiempo, desnudarle de sus vestimentas y echan suertes sobre ellas.
El poder religioso, los jefes del Sanedrín; y el poder político, procurador romano, ambos participaron por motivos diferentes, en la condena de Cristo. Pero, debemos añadir que no solamente fueron ellos, quienes dieron muerte a Jesús, sino que fuimos todos nosotros, con nuestros pecados, los que matamos a Jesús.
Vamos a acercarnos a LA HORA DE JESUS. Semana Santa, es precisamente el recuento de los momentos más duros de esa hora, la hora de Jesucristo.
Durante esa hora, durante ese tiempo, en ese momento decisivo, se dan cita los sentimientos más profundos, las verdades más profundas, el amor más profundo. Debemos acercarnos a ese tiempo como el que se acerca a un abismo, es un abismo que no tiene fondo, como no tiene fondo el amor de Dios; es decir que cada uno de nosotros deberá sacar, de esta Semana Santa, lo que se sumerja en este abismo.
El que se sumerja poquito, encontrará sólo unos días de descanso; el que entre un poco más, encontrará descrita la humanidad, con su capacidad de traición y de lealtad; pero el que entre todavía más, encontrará el palpitar del Corazón de nuestro Señor Jesucristo.
El que entre más, descubrirá los misterios de la obediencia del Verbo encarnado; el que entre más, escuchará el designio de Dios Padre, su voluntad de salvarnos; el que entre más, encontrará al amor mismo de Dios donándose a nosotros; y si alguien entra más, encontrará nuevas y mejores y mayores cosas.
La semana santa la comparo como un buffet, donde cada uno toma lo que alcanza a tomar, lo que cada uno quiere comer.
Nuestro Papá Dios, con la luz de su Santo Espíritu, ilumíname aquellos aspectos de este misterio que tú quieres contemplemos hoy, por eso la homilía no es una palabra que explica otra palabra, es una palabra que da vida a la asamblea. Piensa en las personas desalentadas, en las personas que se desinflaron, que sienten que no tienen respiración, que no tienen vida.
Dar palabras de aliento empieza cuando se puede leer a la persona por dentro, esto es lo que queremos expresar con el verbo maravilloso que es "comprender", sentirse uno comprendido, sentirse acogido. Las palabras de aliento empiezan cuando uno siente que le están comprendiendo, lo que uno está diciendo.
Dar palabras de aliento es poder leer lo que hay dentro de la persona, y en esto Cristo crucificado es especialista; el que lea o escuche con amor la Palabra Jesús, descubrirá cómo el Señor Jesús comprende lo que hay dentro de uno; no hay sentimientos en uno, de los que él se espantan, lo asusten; ni aquello que oprime nuestro corazón, no hay sentimiento que no esté también en su corazón.
Jesús conoce lo que nosotros somos, no sólo en lo que hemos sufrido, o por lo que hemos pasado; Él sabe los intentos que hemos hecho, Él sabe eso, y eso es lo que uno necesita para sentirse acogido, para sentirse comprendido.
Él conoce lo que hay dentro de nosotros, no solamente que conoce las heridas que todo el mundo puede ver. Sí soy un amargado, eso lo sabe todo el mundo y me lo repiten en todo momento; si soy triste, que me siento solo, si me quedé solo, eso ya lo sé; que estoy enfermo, que soy pobre, eso ya lo sé y eso lo sabe todo el mundo.
Pero lo que yo necesito es a alguien que sepa de los esfuerzos que yo he hecho, alguien que sepa cuánto trabajo me ha costado, que muchas veces intenté cosas que nadie me las entendió, son esos rincones del alma a donde uno a veces se acurruca y llora.
Son esos los rincones donde Jesús tiene las palabras de aliento, allí donde están los esfuerzos secretos, allí donde están los dolores íntimos, porque muchas veces las personas que nos hicieron daño ni siquiera sabían que nos estaban haciendo daño.
Y una de las cosas duras de esta vida es esa, saber que uno tiene dolor y que uno ha sido ofendido, pero ‘y poder político ¿yo qué hago si a mí me duele, Yo qué hago si eso me lastima?
Dar palabras de aliento, es poder leer esos rincones del alma, esto de las palabras de aliento, porque si hay una tortura peor que tener un dolor, es tener un dolor sin palabras, un dolor que uno no puede decir, un dolor que no tiene nombre.
Porque Jesús ha recorrido de mil maneras la historia de la humanidad, y este Jesús que es, como diría Pablo VI, "experto en humanidad", y si nosotros le acompañamos y Él nos acompaña, le va dando nombre a las cosas, esto también es dar palabras de aliento. Mientras que nosotros solo le ponemos etiquetas al dolor y le llamamos fracaso o frustración. Tú dirás que estas son fantasías, no, el Evangelio muestra que Jesús hace eso.
Te voy a recordar un ejemplo que leímos el domingo pasado. Una mujer sorprendida en adulterio. Cuando ella llega, ¿con qué nombre llega?: “Adúltera, adúltera, adúltera”, esa es su etiqueta; "y a usted, sólo le espera piedra y muerte", esa es su etiqueta. Jesús le quita esa etiqueta y le pone otra etiqueta: "Perdonada". Cuando ella se levanta, no aplastada por las piedras, sino bendecida por la gracia, ya no lleva el mismo nombre, ya lleva otro nombre, lleva el nombre de "Perdonada".
Eso mismo es lo que Jesús hace en ti y en mí, y eso es dar palabras de aliento.
P. Rodri
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