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LA FE FÁCIL, O LA FE DIFÍCIL

Lucas 17, 5-10

En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor: "Auméntanos la fe." El Señor contestó: "Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: "Arráncate de raíz y plántate en el mar." Y os obedecería. Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: "En seguida, ven y ponte a la mesa" ¿No le dirás: Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer."


REFLEXIÓN:

La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por Dios. El Evangelio de hoy se abre con la petición de los apóstoles a Jesús: «¡Auméntanos la fe!». La fe es, sin duda, el tema dominante de este domingo. La fe tiene distintos matices


, en su acepción más común y elemental: creer o no en Dios. Éste es el primer escalón de la fe, sin el cual no hay otros.


La fe, que es el fundamento de toda la vida cristiana. Jesús educó a sus discípulos a crecer en la fe, a creer y a confiar cada vez más en él, para construir su propia vida sobre roca. Por esto le piden: «Auméntanos la fe» (Lc 17, 6). Es una interesante petición que los discípulos dirigen al Señor, porque no piden bienes materiales, tampoco piden privilegios; piden la gracia de la fe, que oriente e ilumine toda la vida; piden la gracia de reconocer a Dios y poder estar en relación íntima con él, recibiendo de él todos sus dones, incluso los de la valentía, el amor y la esperanza.


Y la segunda parte del Evangelio de hoy, nos ofrece otra enseñanza, que está estrechamente ligada a la fe. La parábola, es sencilla: un esclavo no tiene ningún derecho a esperar recompensa por lo que hace: está ligado a su dueño. De la misma manera, los apóstoles en relación a Cristo son siervos, y si realizan obras importantes es precisamente porque el Señor les da la posibilidad de hacerlo; no tiene, por lo tanto, que mostrar su reconocimiento en nada; si algo hacen lo hacen por don de El.


Ante Dios no debemos presentarnos nunca como quien cree haber prestado un servicio y por ello merece una gran recompensa. Esta es una falsa concepción que puede nacer en todos, incluso en las personas que trabajan mucho al servicio del Señor, en la Iglesia. Nos sugiere Jesús: «Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer» (Lc 17, 10).


En la primera lectura, en un contexto de violencia y abominaciones, saqueos, luchas, contiendas; en un clima abrumador, el profeta Habacuc se queja de que el Señor parece permanecer sordo a sus gritos, y se pregunta hasta cuándo va a durar esa prueba. Y Dios dice: El justo vivirá por su fidelidad; es decir, que, el que es paciente y persevera, será justificado.

La fe se nos presenta como un poder interior por medio del cual somos capaces de afrontar la vida, particularmente las circunstancias adversas, sabiendo que, al fin y al cabo, todo lo que existe tiene un sentido y todo está bajo la mirada de Dios.


La fe difícil es la que nos muestra el profeta Habacuc (primera lectura) con aquel angustioso: «¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches? ¿Por qué me haces ver desgracias, me muestras trabajos, violencias y catástrofes, surgen luchas, se alzan contiendas?». Ese «hasta cuándo», que nunca se termina, porque acompaña al hombre a lo largo de toda su vida, es el signo de una fe que busca, que se adquiere, que se pregunta, que mira alrededor, que ve desgracias, muerte y violencia, y que se pregunta ¿por qué último? La fe en Cristo no es un recetario de fórmulas mágicas; sino una manera de afrontar la vida, de mirarla de frente para asumir sus dificultades, y para encontrar respuesta a sus interrogantes.

Y, la fe, esa fe difícil, lejos de aislarnos de esta existencia un tanto absurda, nos obliga a mirar la vida de frente. Es decir: para creer necesitamos algo que siempre está presente: la gracia y el auxilio del Espíritu Santo. Pero para creer también es indispensable nuestra respuesta a la gracia divina. Y esa respuesta consiste en un acto de nuestra inteligencia y de nuestra voluntad, por el que aceptamos creer.


Jesús dice que basta un poco de fe para ponernos en esta actitud, porque es la poquita fe, que el hombre necesita para enfrentarse a su propia existencia.

A veces pedimos demasiada fe, una fe «grande» que nos aligere el peso de pensar, de buscar, de equivocarnos, de luchar, de desalentarnos, de caer y volver a levantarnos. Es esa fe grande que se busca en novenarios infalibles, en santuarios famosos, en devociones mágicas: una fe grande como una montaña, pero que no es capaz de mover, ni siquiera un granito de arena. Hoy Jesús nos recuerda que nos basta una fe pequeñita, siempre y cuando sea auténtica fe, es decir, una manera digna de mirar la vida desde la perspectiva del Evangelio.

La segunda perícopa del texto evangélico de hoy presenta otra faceta de esta fe fácil y difícil. La parábola del siervo campesino es bastante clara en su significado global: el siervo que hace lo que le ha estipulado su contrato de trabajo, no tiene por qué pedir ni exigir un trato especial u otro tipo de privilegios.


Simplemente, ha cumplido con su deber. Así sucede con el hombre de fe: su deber de hombre creyente es encontrarle un sentido a la vida y ser fiel a ese sentido. Ya es suficiente premio el vivir de esa manera. La fe fácil busca a Dios, no por él mismo, sino por los posibles beneficios que le pueda recibir.

Mientras que la fe difícil busca a Dios como un punto de referencia para mirar de frente la propia vida, allí donde está el trabajo del hombre caminante. La fe fácil se preocupa por el premio que Dios debe darle por el buen cumplimiento de sus preceptos y mandamientos. Es una fe para que el hombre gane sin arriesgar. La fe difícil trata de ganar la batalla de la vida; arriesga todo con tal de darle un valor a las cosas diarias. No hace bien las cosas porque están mandadas ni evita el mal porque está prohibido. Simplemente, es su conciencia de hombre recto que lo impulsa en esta o en Ia otra dirección. La fe fácil trata de atar a Dios para que él cumpla lo que el hombre propone y desea. La FE FÁCIL, es la fe que fabrica una teología desde los intereses y criterios del hombre. La fe difícil cuestiona al hombre desde sí mismo, teniendo como punto de partida la Palabra de Dios tal como la reveló Jesucristo. Elabora una teología desde el Evangelio y como camino para vivir mejor el Evangelio en cada circunstancia concreta.


La fe fácil se refugia en las devociones y en los actos de culto, amontona oraciones sobre oraciones y se siente satisfecha cuando ha cubierto la cuota estadística de la piedad. Se siente segura porque está en contacto con "las cosas sagradas" y se enorgullece de poder creer tanto y sin ningún tipo de dudas. Es una fe triunfalista y eufórica. P. Rodri




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