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LA ESTRELLA DE BELÉN

Para nosotros, los cristianos, Jesús es la estrella que nos guía por los caminos de este mundo hasta el encuentro con el Padre, Esto lo sabemos.


Pero ahora no voy a referirme a la Estrella, sino a las muchas estrellas que, en nuestras vidas diarias, desde que nacemos hasta que morimos, nos guían y nos orientan. No me refiero, claro, a las estrellas del cielo, sino a las más cercanas estrellas de la tierra.


En circunstancias normales, para los niños las primeras estrellas que les alumbran y les guían son, sin duda, sus padres. Los niños nacen teniendo ya unos padres determinados, no al revés; no son los niños los que eligen a sus padres, sino que son los padres los que deciden tener, o no, a los hijos. De ahí la inmensa responsabilidad de ser padre.


Los niños nacen dejándose manejar y guiar por sus padres, eso una ley de la naturaleza y nadie podrá sustituir a los padres en la tarea de educar a los hijos en los primeros años de la vida. Otras personas podrán ayudarles, pero nunca sustituirles; esto, claro, en circunstancias normales, porque siempre habrá excepciones.


Cuando los niños se hacen ya crecen empiezan a buscarse, más o menos libremente, otras estrellas que les guíen, al lado, o al margen de sus padres. Suelen ser los amigos y amigas, los educadores, los medios de comunicación, la calle. y nosotros podemos ser luz o estrella para algunas personas.


Una luz muy pequeñita, pero, al fin y al cabo, LUZ. La estrella que guió a los Magos les condujo hacia Jesús; y nosotros, ¿hacia dónde guiamos a las personas que buscan en nosotros orientación y guía? La responsabilidad de las estrellas es siempre grande, aún en lo pequeño; debemos aceptar nuestro papel, y nuestra responsabilidad de estrellas, sabiendo, eso sí, que como estrellas sólo podemos orientar, no forzar. La estrella aparece para orientar, no para arrastrar. Como la estrella de Belén.


También los gentiles son coherederos, es decir, Jesús no fue sólo de los judíos, como ahora no es sólo de los católicos. La luz del evangelio es una luz universal, católica; el sol de Jesús sale cada mañana sobre buenos y malos, indistintamente.


Los Magos se convierten en antenas por las que Dios, pasa a ser conocido y recibido, revelado y manifestado a todos los pueblos. Esos Reyes son como las microondas de Dios, la señal del wifai de la Salvación de Dios.


¿Qué obsequio es el más caro, el más codiciado y guardado por los Reyes Magos? ¿Qué regalo, con disgusto de estos regios personajes, queda con frecuencia y en abundancia en los almacenes de sus reinos? ¿Queréis saberlo? ¡El regalo de la fe! ¡El regalo de la esperanza! ¡El regalo del amor a Dios! ¡Cuántos regalos que nadie o muy pocos piden o pedimos!


Ellos ofrecieron sus cofres a rebosar de oro, incienso y mirra. Ahora, todos tenemos un gran cofre en el interior de cada uno. ¡Bolquemoslo sobre Belén! Un corazón que se ha dado de frente con la Navidad, como ocurrió con los Reyes, se da, se ofrece, se entrega, se vacía, se postra.


Los regalos que nos dice el Evangelio de hoy que ofrecieron al niño Jesús, son signos que nos hablan de Cristo: oro es lo que se les ofrecía a los reyes, por lo tanto reconocen a Jesús como rey del mundo; incienso es lo que se ofrecía en el templo a Dios, por lo que reconocen que ese niño es Dios verdadero; y mirra es el ungüento con el que preparaban los cuerpos de los muertos para su sepultura, por lo que reconocen que ese Dios verdadero se ha hecho hombre y anuncian ya con este signo la muerte en cruz de Jesús.


Presentémosle nosotros a Cristo nuestros regalos, que NO son oro, incienso ni mirra; sino nuestro propio corazón. Entreguemos hoy a Dios nuestra vida, ofrezcámonos a nosotros mismos, adoremosle de verdad, pues Cristo es el Señor del mundo que manifiesta su gloria y su poder en un niño recién nacido.

Dice Isaías capítulo 60: Lleno de gozo y alegría: “¡Levántate, brilla Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Mira: las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti; y caminarán los pueblos a tu luz; los reyes al resplandor de tu aurora.”

P. Rodri



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