Hoy Isaías nos va a ayudar a entender en qué consiste la alegría de la Navidad.
Cuando uno piensa en la alegría de la Navidad, casi siempre piensa en algo externo. Es el caso de la reunión familiar, que muchos hemos tenido, el intercambio de regalos, algún plato delicioso, de pronto una temporada de vacaciones.
Todo son cosas que alegran la vida, todas ellas son cosas bellas, pero no está ahí la esencia de la alegría de la Navidad. Y uno se da cuenta de eso porque para muchas personas esa clase de alegría no existe, y por eso, esas personas, en vez de sentirse muy felices en Navidad, entran en depresión.
Los psicólogos hablan de esa clase de depresión propia del fin de año y propia de temporada. Yo, personalmente, me he encontrado con varias personas que dicen: "Detesto diciembre, detesto la Navidad".
¿Qué hay en el corazón de una persona que dice esas expresiones? Pues son gente que se siente presa de la nostalgia, por ejemplo; o gente que no tiene con quién compartir esos momentos hermosos, esos momentos dorados, esa cena familiar, gente que se ha quedado sola.
Pensemos en las personas que han perdido algún pariente por estas fechas, es el caso de varios de nosotros; pensemos en las personas que tuvieron familia, pero el matrimonio se dañó, y entonces la noche de Navidad se convierte en una tortura para esas personas, porque sienten: "Yo debería tener una familia, pero no la tengo", entonces se les desgarra el alma. O pensemos en las personas que han tenido que pasar esta noche de Navidad trabajando, o están solos en un hospital, o la familia los dejó abandonados, pagando un asilo, para que no estorben.
¿Qué clase de alegría es la alegría de Navidad? Se dice que había una fiesta que tenían los romanos por esta misma época, se llamaba la fiesta del "Sol invicto".
Y hay la teoría de que los cristianos escogieron esta fecha para celebrar el nacimiento de Cristo, no porque hubiera una constancia exacta, no porque hubiera un recuerdo o crónica de cuándo nació Jesús, sino, aprovechando por así decirlo esta festividad, que era propia del invierno en el Imperio Romano.
Y es que en esa festividad, los romanos, lo mismo que en otras festividades que tenían, se acostumbraba intercambiar regalos, y se acostumbraba también tener unas ciertas comidas especiales, por ejemplo, un pan con uva, etc.
Lo que quiero decir es, que esa alegría que se suele asociar con Navidad, se parece demasiado a la alegría que tenían los romanos, sin necesidad de mencionar a Cristo, a una alegría pagana, no necesariamente perversa, pero una alegría en la cual el hecho fundamental no aparece.
Y ese hecho fundamental es el que nos ayuda a descubrir un profeta llamado Isaías, está en el texto que hemos leído.
Lo que hemos escuchado dice así: "Lanzad gritos de júbilo, ruinas de Jerusalén, porque el Señor dejó a su pueblo aspirar la libertad, y rescató a Jerusalén" Isaías 52,9, esa es una traducción. Otra traducción dice de la siguiente manera: "Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo" Isaías 52,9.
La alegría de la Navidad no es la alegría en medio de la abundancia, no es la alegría del triunfo, es una alegría humilde, pero increíblemente profunda. A ver si el Espíritu nos ayuda a percibirla. Que Él ayude a mis palabras y a sus oídos, hermanos, porque esto es muy grande.
Mira lo que nos dice: "Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén" Isaías 52,9, "ruinas de Jerusalén" Isaías 52,9, ¿por qué se habla asi? ¿Por qué en la tradición iniciada por el profeta Isaías aparece esta clase de alegría?
A mí me parece que este es un mensaje muy actual, porque a la persona a la que se le desarmó el matrimonio, lo que siente es que su vida está en ruinas; el que no tiene con qué celebrar, con quién celebrar una buena cena de Navidad, como les pasa a algunos parientes de mi familia, esa persona siente que su vida, que su familia está en ruinas.
La persona que está tirada en la cama de un hospital, y que no tiene ni quién le cante el "tutaina tuturumá", esa persona siente que su vida está en ruinas. Pero Isaías dice que la alegría que viene, esta alegría que cantamos, es la alegría de las ruinas de Jerusalén; no es la alegría de una vida perfecta. Es muy humano, ya lo tenían los romanos, es muy humano alegrarse cuando todo funciona bien.
Cuando uno tiene buena salud, tiene una familia bella, se reúne con los amigos, y la comida está deliciosa, el vino está generoso, los regalos magníficos, la música en su punto, ¿Quién no se alegra así?
Pero para esa clase de alegría no se necesita a Jesús; para alegrarse con unos amigos, tomarse un buen vino, recibir unos buenos regalos, para eso no se necesita a Jesús.
En cambio, este profeta de Dios maravilloso, que es Isaías, nos dice que existe otra clase de alegría, y nos habla del canto de unas ruinas.
"Qué hermosos sobre los montes, los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que dice a Sión: "¡Tu Dios es rey!" Isaías 52,7. Este mensaje profético, me parece que nos da la clave.
Lo que aquí se cuenta, es que el pueblo que estaba en cautividad, el pueblo que no sentía la presencia de Dios, el pueblo que padecía la distancia de su Creador, de pronto escucha una noticia: "Ahora quien va a reinar sobre ti no van a ser los caldeos, ni los asirios, ni los persas, ni los medos, ni los egipcios; ahora quien va a reinar, quien ya ha empezado a reinar es Dios".
Y eso, para el pueblo elegido, significa: "La Alianza rige, la Alianza está vigente, la alianza es posible, la amistad con Dios es posible, todo va a ser mejor". Es esa clase de alegría, es la alegría de la vida que ha sido tronchada, que ha sido lastimada, es la alegría de las vidas rotas.
Pues la Navidad es eso, la Navidad es el anuncio de esperanza y de gozo para las vidas rotas. Si tú eres una persona, para la cual, todo le funciona bien y perfecto, te puedo asegurar que Navidad es algo bonito, es una reunión más de familia.
Pero si tu familia, si tu salud, si tu corazón, si tu historia está un poco en ruinas; si tú sientes que tu vida es una vida rota, hoy es el día para cantar, hoy es el día para gozarse en Dios, hoy es el día para decir: "Por encima de las fracturas, las envidias, las palabras duras, las exclusiones, por encima de todo eso quien reina es Dios, y Dios es capaz de derramar el bálsamo de su consuelo sobre mi pobre corazón, sobre mi pequeña historia. Le importo a Dios, Dios ha pensado en mí.
Pero Navidad es distinta. Mira lo que termina diciendo Isaías en la lectura de hoy: "Verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios" Isaías 52,10.
La Navidad no es del centro hacia la periferia, por así decirlo; la Navidad es el saludo, es el beso de Dios para la periferia. Para todos esos, para los que nunca alcanzan, todos esos que hacen la fila, y les dicen: "Ya se acabó; vuelva otro día", para esos, para esa periferia, vino Jesús.
Y eso lo vemos ya en el portal: los primero que están al pie del portal son los pastores, que en la escala social de la época eran los últimos, los que no cuentan, los de la periferia, a esos los saluda en Navidad el amor de Dios.
Para ellos, Dios dice: "Ustedes son los primeros, y para ustedes tengo lo mejor de mi amor y mi sonrisa". Que así sea.
P. Rodri
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