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JUEVES SANTO

"Sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" Juan 13,1. Jesús, antes de ofrecer su vida al Padre, quiere dejarnos (como lo hizo con sus discípulos) algunas cosas claras y que expresan sus últimas voluntades.


Jesús, junto con el mandamiento del amor y la eucaristía, nos deja para nuestra reflexión y servicio, el don del sacerdocio. Los sacerdotes, con muchas debilidades y conscientes de nuestros fallos, intentamos que el mundo no olvide que Dios es amor.


La característica más típica de la pascua hebrea era que había de celebrarse "de prisa", sin sacerdote y en familia, se sacrificaba un cordero y con su sangre se untaba los palos o dinteles de la tienda. Este gesto tenía carácter propiciatorio, asaban el cordero y lo comían con pan ázimo y con hierbas amargas.


Con la liberación de Egipto, la Pascua ya conocida y celebrada, recibe un significado nuevo y salvífico: Desde entonces, la "Pascua", "pasah", es el paso del ángel exterminador de los primogénitos egipcios, pasando de largo ante las casas de los hebreos, ungidas con la sangre del cordero. Israel salió de prisa de Egipto. La esclavitud cesaba y comenzaba el Éxodo. Ya no se celebraría la pascua hasta la entrada en la tierra prometida pasado el Jordán, al llegar a Jericó. A partir de entonces, la celebrarán según las prescripciones del Éxodo: con el vestido de viaje, ceñida la cintura, con un bastón en la mano y "de prisa", como peregrinos.


Los hombres libres comen sentados; sólo los esclavos comen de pie. En tiempo de Jesús ya comían sentados; fue en la parte superior del cenáculo, en Jerusalén, donde Jesús, se reunió con sus discípulos, y recostados alrededor de la mesa, comenzaron a celebrar la Pascua.


Jesús recita una breve oración para bendecir la mesa y todos se lavan las manos. Después bendice una primera copa que circula entre todos de mano en mano, y dice: "¡Cuánto he deseado cenar con vosotros esta Pascua, antes de mi Pasión! Porque os digo que no la comer, hasta que tenga su cumplimiento en el Reino de Dios".


Entonces, los discípulos contemplarán atónitos una escena inaudita e impresionante: Jesús se puso en pie, tomó una jofaina y comenzó a lavarles los pies y a secárselos con la toalla. Pedro se resiste y Jesús le dice que si no se deja lavar los pies, lo descarta de los suyos. Sólo entonces Pedro deja hacer, aunque no lo comprende. El quiere hacer cosas por Cristo, hasta dar la vida por él. Piensa que puede purificarse él solo; es necesario que Pedro se deje salvar por Jesús. Que se deje amar por el Señor. Que acepte su servicio salvífico, redentor. Este lavatorio tiene un sentido más profundo de lo que parece.


¿POR QUÉ ESTA CENA? Y nos lleva al Éxodo, a la primera lectura, a la noche de la Pascua judía, donde el pueblo con “la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano y a toda prisa”, comió el cordero y untó con su sangre “las dos jambas y el dintel de la casa”. ¿Por qué esta cena? PORQUE ES LA PASCUA, EL PASO DEL SEÑOR. Y Dios pasó por la vida de aquellas personas y las convirtió en su pueblo, el Pueblo de Dios, un pueblo libre de esclavitudes y ataduras, que allí se llamaban los egipcios, pero que hoy podemos ponerle cualquiera de los nombres de todo aquello que nos ata, que nos impide caminar, que no nos deja ser libres.


LA HORA DE JESÚS

Hemos, llegado a la hora de Jesús. Jesús varias veces dijo: "Todavía no ha llegado mi hora". Por ejemplo, en las Bodas de Caná, le dijo a su Madre, a María: "Todavía no ha llegado mi hora" San Juan 2,4.

Varias veces intentaron apresarlo; pero no pudieron, y el Evangelista dice: "Todavía no había llegado la hora" San Juan 7,30.


Pero hoy el evangelio nos sorprende: "Llegó la hora de pasar de este mundo al Padre" San Juan 13,1-15.

Lo que vamos a encontrar en esta celebración es una sola celebración, que ocupa varios días: Jueves, Viernes, Sábado, Domingo.Pero es una sola celebración.


Lo que vamos a encontrar ahí es la hora de Jesús, la hora decisiva, en que aparece la verdad de Jesús; estas son las palabras que nos acompañarán durante esta celebración, que es una sola, aunque sean varios días, y cada una tiene un énfasis especial pero es una sola celebración: Es lo que celebramos todos los días en el Altar.


Estamos entrando en la hora de Jesús, y es necesario que nuestro corazón esté particularmente abierto, y nuestros ojos despiertos para recibir todo el amor. "En la Eucaristía está Dios entregándose, dándose a nosotros."


Solo que cada uno recibe de acuerdo con su medida. Le dice: "Es como si cada persona llegara a la Iglesia con fósforos, con velitas, con cirios. El que lleva poquita fe y poquito amor, es como si llegara con un fosforito. Cristo es una hoguera de amor. Pero si uno llega donde Cristo con un fosforito, pues apenas se lleva dos fosforitos. Pero si uno llega donde Cristo con una velita, ya se lleva más que el que llegó con un fosforito". Y es el mismo juego.


Y el que llega con un cirio de estos, una veladora de estas, recibe más. Y el que llega con un cirio gigantesco, es decir, el que llega dispuesto a que Dios lo incendie de amor, pues, se lleva una hoguera de amor para la casa. Y si alguien está ensopado de fe y de amor por Cristo, va a salir ardiendo de amor por Dios y por los hermanos. Es el mismo Cristo, pero cada uno, de alguna manera, escoge cuánto se lleva para la casa.


Cristo se va a entregar, Cristo se ofrece a nosotros, ESTA ES LA HORA DE JESÚS. Cristo se nos da, se entrega totalmente a cada uno de nosotros: ¡Qué maravilla! ¡Qué bendición!

P. Rodri




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