En el Evangelio de este domingo, se utiliza una imagen bellísima, para expresar el papel de Nuestro Señor, se le llama Buen Pastor, y lo que nos aporta esta imagen es de gran importancia y de un rico contenido.
En el texto del Evangelio de hoy, nos dice que Jesús, inmediatamente después de declarar que Él es “LA PUERTA”, en Jn 10, 7, Él se describe a sí mismo, no sólo como “el Pastor”, sino como “EL BUEN PASTOR”; esta proclamación “YO SOY” apuntan hacia su única y divina identidad.
Jesús habla de ladrones que roban y ladrones que engañan, y que tratan de entrar sigilosamente en el rebaño, refiriéndose sobre todo a los líderes judíos, o fariseos, con quienes tiene fuertes confrontaciones; y es que un “ASALARIADO” trabaja por un salario, como su principal consideración, es decir, su preocupación no son las ovejas, sino él mismo.
Generalmente, los pastores de la antigüedad y en los tiempos de Jesús, no eran los dueños del rebaño, pero se esperaba que los pastores, ejercieran el mismo cuidado que tendría el mismo propietario, así como la misma preocupación que tendría el propietario; y es precisamente eso, lo que debería ser, lo característico de un verdadero pastor; sin embargo, algunos de los mercenarios pensaban sólo en sí mismos, no en las ovejas.
Entonces, resultaba que cuando un lobo aparecía, el asalariado abandonaba el rebaño y huía, dejando las ovejas, para ser dispersadas o devoradas por el lobo. (Juan 10, 12-13).
Para comprender mejor el propósito de un pastor, en los tiempos de Jesús, es muy útil darnos cuenta de que las ovejas son totalmente indefensas y totalmente dependientes del pastor, es decir, las ovejas deberán estar siempre sujetas a peligros, y por eso, siempre deben estar bajo la atenta mirada del pastor mientras pastan.
Por los montes y los valles, los ladrones pueden robarlas y los lobos pueden atacar al rebaño. En el primer libro de Samuel, cap. 17,36, narra que David, siendo pastor, cuenta cómo mató a un león y a un oso, defendía el rebaño de su padre, y a veces, incluso dando sus vidas para proteger a sus ovejas.
Consideremos algunos hechos concernientes a las ovejas, y pensemos cómo se pueden aplicar a nosotros:
1. Las ovejas NO TIENEN DEFENSAS: casi toda la creación animal de Dios, cuenta con alguna clase de mecanismo de defensa, ya sean garras, o dientes, color especial o camuflaje; velocidad, fuerza o sentidos muy agudos; veneno, astucia, agilidad, etc., pero las ovejas no tienen nada de eso, SON DÉBILES, LENTAS, TORPES, No saben ni siquiera gruñir. Y la única protección, como nos ocurre a nosotros, viene de su pastor.
2. Las ovejas TIENEN DIFUCLTAD EN ENCONTRAR PASTO Y AGUA: Dependen totalmente de su pastor, para alimentarse. Si no lo consiguen, comen hierbas venenosas y mueren. Nosotros igualmente, debemos depender del Señor, para no alimentarnos de todo aquello que nos contamina y nos lleva a la muerte.
3. Las ovejas SE ASUSTAN FACILMENTE: Asustarse, las puede llevar a actos que ponen en peligro su vida. Así que, su pastor trata de mantenerlas en calma, cantando y estando cerca de ellas. Nosotros, también nos asustamos o caemos bajo el pánico, ante el más mínimo peligro. Si creemos, podemos tener la misma relación protectora con nuestro Pastor.
4. Las ovejas TIENEN MAL SENTIDO DE DIRECCION: Se extravían fácilmente aún en su propio territorio. Nosotros actuamos de manera similar, no podemos ser nuestro propio guía; necesitamos confiar en nuestro Pastor, oír su voz y obedecer para transitar por sus caminos, para no perdernos por los oscuros atajos del mundo.
5. Las ovejas NO PUEDEN ASEARSE MUY BIEN: El pastor es quien las mantiene limpias. Nosotros también por naturaleza estamos sucios, por culpa del pecado. Solamente nuestro Pastor nos puede limpiar.
Ciertamente que no nos gusta mucho, que nos comparen con las ovejas, pero podemos escoger: continuar seguir siendo orgullosos y cerrar los ojos a la verdad, o volvernos a nuestro Pastor, en dependencia amorosa, seguros de su cuidado y constante amor.
Dios, no nos consuela para que estemos solamente confortables, a gusto y sentirnos bien, no, sino para hacernos consoladores para los demás. Para Jesús, somos como un rebaño de ovejas, y él es nuestro pastor (Heb 13,20)
P. Rodri
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