EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 11, 1-45
Hemos llegado al quinto domingo de este tiempo de cuaresma, y la cuaresma incluye, también, por supuesto, el domingo de ramos, que es la semana entrante y podemos decir que el camino cuaresmal tiene en estos tres domingos, el tercer, el cuarto y el quinto, tienen grandes enseñanzas para nosotros, sobre el encuentro de Cristo con la Samaritana, encuentro con el ciego de nacimiento y encuentro con Lázaro que parece un caso completamente perdido.
Y la idea de la Iglesia, es que nosotros nos reconozcamos en estas personas; pecadores somos, como la samaritana; necesitados somos como el ciego de nacimiento, y cuántas cosas han muerto en nosotros si pensamos en el caso de Lázaro, esta identificación con estas personas, nos está mostrando que es lo que Cristo puede y quiere traer a nuestra vida, porque nos trata solamente de una denuncia, que también es clave, denuncia de nuestros pecados, denuncia de nuestras ignorancias, denuncia de nuestros errores, o denuncia de nuestros pecados, NO, lo más importante no es la denuncia, en este caso.
Lo más importante es saber que la sed profunda que nosotros tenemos como la Samaritana, podrá saciarse si de verdad nos acercamos a Cristo, entonces este encuentro nos invita a mirarnos a nosotros mismos, a descubrir nuestra sed y a descubrir a Cristo como el único que verdaderamente puede saciarla; y si nos situamos en el caso del ciego de nacimiento, pues tendremos que preguntarnos, cuántas cosas no hemos descubierto, cuántas cosas no hemos visto, quizás no hemos visto, no hemos reconocido el sentido de la verdadera alegría, el sentido de la verdadera paz. Entonces es encontrar en Cristo que él es nuestra verdadera luz, que él de verdad nos guía y que él de verdad nos revela el rostro del Padre celestial.
Lo mismo hay que aplicar en el caso de Lázaro, tenemos que decir que también nosotros hemos experimentado la muerte de muchas maneras; de hecho una epidemia que se cierne, silenciosa pero espantosamente eficaz en el mundo, es la epidemia de la depresión, incluso del suicidio, o sea que muerte ronda, ronda a nuestros niños, ronda a nuestros jóvenes que a veces mueren en accidentes absurdos, tratando de llegar a las experiencias límite, mueren en tantas parejas que no encuentran un camino, que no sea destruir lo poco que han logrado y avanzar en su relación de pareja.
Hay mucha muerte en este mundo y es necesario volcarnos hacia Jesucristo, como verdadero Señor de la vida. Ese es el sentido de la cuaresma, conocernos en nuestras miserias y conocer a Cristo en su Misericordia.
P. Rodri
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