1. No tengamos miedo a tener llagas, pecados, eso pueden se nuestra salvación
Siempre los detalles, son un detalle. Este rico que vive para sí mismo, no aparece con ningún nombre. El pobre cubierto de llagas, necesitado, tiene su nombre, se llama Lázaro.
Epulón, es un adjetivo, y quiere decir, rico comelón, rico banqueteador. Y mientras que uno tiene nombre, el otro no tiene nombre. La necesidad de Lázaro atrae la atención de Dios y Dios le conoce por su nombre.
En la Biblia conocer por el nombre, es conocer en confianza; dar el nombre a la persona, darle el nombre a alguien, decirle uno quién es, es abrirle el corazón y la confianza. Entonces, Dios conoce por su nombre las necesidades del pobre, y Dios conoce por su nombre al pobre con todas sus necesidades.
El rico se ha quedado sin nombre, no porque Dios ignorara cómo se llamaba ese hombre, el rico se ha quedado sin nombre, porque ha cerrado las puertas por donde podía entrar Dios, es decir, es completo un desconocido para Dios, el rico se ha vuelto impermeable, se ha vuelto impenetrable, y por eso es un desconocido.
En otras palabras, el hecho de que el rico no tenga nombre, quiere decir que se volvió impermeable, quiere decir que no dejó entrar, quiere decir que no se dejó conocer, y esa es una gran enseñanza.
El rico aquí, no se condena por rico, el rico se condena aquí, porque es impermeable a Dios, no se deja conocer de Dios, y porque es impermeable a su hermano.
Es esa barrera impenetrable, es ese aislamiento lo que constituye el destino final del rico, de modo que ese infierno, al que él llega, no es sino la continuación, la ratificación del estado de vida que él ha tenido, porque él la eligió.
El aislamiento en el que queda cuando Abraham le dice: "Hay un abismo que no podemos cruzar", ese abismo lo construyó él, día tras día, separándose de Dios y aislándose también de su hermano pobre, de su hermano que lo necesitaba.
Para el rico Lázaro no existía para el rico, no estaba para él. A uno le puede parecer casi excesiva la justicia, ¿no? "¡caray, ni una gotita de agua para aliviar a ese pobre!"
Entonces, la barrera que está ahí, ese abismo que nadie puede cruzar, ni de aquí para allá, ni de allá para acá; es el mismo abismo que también nosotros podemos construir día a día, es el abismo que nos separa de Dios, que nos hace impenetrable a Dios y que te ha hecho impenetrable a las necesidades de nuestro prójimo.
Y por consiguiente, el llamado de esta palabra es doble: a que uno reconozca las grietas de uno, a que uno reconozca que tener grietas, que tener debilidades no es una tragedia, sino que ese es el comienzo de la salvación.
La piel del rico estaba enterita, la piel de Lázaro estaba agostada. Así también la vida del rico estaba enterita, era impermeable; la vida de Lázaro estaba agrietada.
Ten grietas no es tan grave, tener problemas, tener pecados, tener heridas no es tan grave, siempre y cuando a través de esas grietas, de esas heridas, nosotros permitimos que el Señor visite nuestras necesidades, si son ocasión de que nos humillemos ante Él, si son ocasión de que nos arrepintamos, pero sobre todo si son ocasión de que no nos vayamos a volver impermeables ante Él, ni ante las necesidades de los hermanos.
Si yo tuviera que resumir este Evangelio con una sola frase yo diría: Mira, no tengas miedo a tener grietas, esas pueden ser tú salvación; no tengas miedo atener llagas, no tengas miedo a tener fisuras. No tapemos, no remendemos de cualquier manera nuestras llagas, sino presentémoslas al Señor.
Estaban ante los ojos de Dios y Dios conoció por su nombre a este pobre y le salvó. Pues así también tengamos nosotros nuestras llagas ante Dios, que Él entre hasta nuestra vida, que Él nos sane, y que con su misericordia nos haga amigos suyos.
Amén.
P. Rodri
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