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EL REGALO MÁS GRANDE

Isaías 22,19-23

Así dice el Señor a Sobná, mayordomo de palacio: "Te echaré de tu puesto, te destituiré de tu cargo. Aquel día, llamaré a mi siervo, a Eliaquím, hijo de Elcías: le vestiré tu túnica, le ceñiré tu banda, le daré tus poderes; será padre para los habitantes de Jerusalén, para el pueblo de Judá. Colgaré de su hombro la llave del palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá. Lo hincaré como un clavo en sitio firme, dará un trono glorioso a la casa paterna."

Mateo 16,13-20

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?" Ellos contestaron: "Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas." Él les preguntó: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Simón Pedro tomó la palabra y dijo: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo." Jesús le respondió: "¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo." Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías. Palabra de Dios.

Reflexión:

En este domingo XXI del tiempo ordinario, el profeta Isaías nos presenta en la primera lectura, las consecuencias del nepotismo, es decir, la preferencia desmedida, que algunos dan a sus parientes, para las concesiones o empleos públicos: Eliaquim, hijo de Jilquías, a quien Dios llama “MI SERVIDOR” en razón de su fidelidad, a quien Dios revestirá con su túnica, pondré autoridad en sus manos, y será él un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá.


Pues este Eliaquim, se aprovecha de su posición, y favorece a sus más cercanos. Esto lo lleva a caer en la desgracia, porque viene con ello la destrucción. Eliacín es un hombre bueno, pero arruinado por el mal uso de su autoridad; no ha tenido la capacidad de mostrar su poder y lo ha compartido, y como consecuencia se da su ruina. No hay coherencia entre su fuerza y su actuar. Dice Dios: “Pondré sobre sus hombros la llave de la casa de David: lo que él abra, nadie lo cerrará; lo que él cierre, nadie lo abrirá.”


Y el Evangelio, precisamente el momento en que Jesús le anuncia a Pedro, la función que tendría dentro de la Iglesia, de cómo Cristo gobernará esa Iglesia fundada por Él, a través de Pedro y de todos los Papas que le sucedieran.


¿Cómo fue este nombramiento? Sucedió que un día Jesús interroga sus discípulos sobre quién creía la gente que era Él, pero más que todo le interesaba saber quién creían ellos que era Él. Simón Pedro, sin titubeos, responde con claridad: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.


Por eso es que el Señor se apresura a decirle: “Dichoso tú, Simón, porque esto no te lo ha Revelado ningún hombre, sino mi Padre que está en los Cielos”. Jesús le respondió: "¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo."


Jesús habla de SU IGLESIA como cosa que Él iba a construir; será una obra divina y no humana, porque todas las demás iglesias y religiones son humanas, pues han sido fundadas por hombres, no por Dios. Además Jesús pro,ete, que nadie, ni siquiera el Demonio, la podrá destruir.


Jesús le entrega a San Pedro las llaves del Reino de los Cielos. ¿Qué significa esto de las llaves? En lenguaje bíblico, las llaves indican poder. Las lecturas de hoy, hablan de a las llaves, como herramientas que abren o cierran el paso; que en tiempos bíblicos eran siempre de metal; hoy podríamos llamar llaves, también a las contraseñas que nos permiten acceder, a un correo electrónico, o las tarjetas de crédito que usamos en los cajeros automáticos, pero la idea es la misma.


Este significado de las llaves son símbolo de PODER, en la Primera Lectura del Profeta Isaías, allí se habla de “TRASPASO DE PODERES”. “Pondré la llave del palacio de David sobre su hombro; Lo que él abra, nadie lo cerrará; lo que él cierre, nadie lo abrirá”. Y en el Evangelio, es una prefiguración del traspaso de poderes de Jesús a San Pedro, el primer Papa.


Promesa que Jesús hizo realidad, una vez resucitado, cuando se apareció a los apóstoles junto al lago y, después de preguntarle tres veces si le amaba, le concede el PRIMADO PETRINO, ante las respuestas afirmativas de Pedro, sobre si amaba al Maestro, Jesús le dijo: apacienta mis corderos, pastorea mis ovejas, apacienta mis ovejas.


Esos poderes máximos, no son un don que Cristo daba a Pedro en exclusiva y a título personal, no, sino que son poderes que formaban parte del ser de la Iglesia y que, han de durar hasta el final de los tiempos; y como Pedro no iba a vivir hasta el fin del mundo, esos poderes habían de pasar a sus sucesores, que son los Papas. En todas las etapas de la historia, al ser elegido un Papa, Jesús le dice lo que dijo a Pedro: apacienta mis corderos, pastorea mis ovejas, apacienta mis ovejas. El Pontífice Romano tiene, en virtud de su cargo de Vicario de Cristo y Pastor de toda la Iglesia, potestad plena, suprema y universal, que puede siempre ejercer.


Dice san Juan Crisóstomo que, "Los sacerdotes han recibido un poder que Dios no ha dado, ni a los ángeles, ni a los arcángeles. Dios sanciona allá arriba todo lo que los sacerdotes hagan aquí abajo".

San Juan Pablo II dijo: "El Apóstol es el depositario de las llaves de un tesoro inestimable: el tesoro de la redención. Tesoro que trasciende la dimensión temporal. Es el tesoro de la vida Divina, de la vida Eterna. Después de la Resurrección, fue confiado definitivamente a Pedro y a los Apóstoles: "Recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados, a quienes se los retengáis, les quedan retenidos" (Jn 20, 22-23). Quien posee las llaves, tiene la facultad y la responsabilidad de cerrar y abrir.


Jesús habilita a Pedro y a los Apóstoles para que dispensen la gracia de la remisión de los pecados y abran definitivamente las puertas del reino de los cielos. Después de su muerte y resurrección, ellos comprenden bien la tarea que se les ha confiado y, con esa conciencia, se dirigen al mundo impulsados por el amor a su Maestro."


Por eso, ser cristiano exige amar a la Iglesia, y en la Iglesia, al Papa sea el que sea, ayer Benedicto XVI, hoy el Papa Francisco y orar por Él.

P. Rodri




(Parece que el encargado de tal oficio debía llevar ritualmente la gran llave de madera sobre su hombro).

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