Eclesiástico 27,33-28,9
El furor y la cólera son odiosos; el pecador los posee. Del vengativo se vengará el Señor y llevará estrecha cuenta de sus culpas. Perdona la ofensa a tu prójimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas. ¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor? No tiene compasión de su semejante, ¿y pide perdón de sus pecados? Si él, que es carne, conserva la ira, ¿quién expiará por sus pecados? Piensa en tu fin, y cesa en tu enojo; en la muerte y corrupción, y guarda los mandamientos. Recuerda los mandamientos, y no te enojes con tu prójimo; la alianza del Señor, y perdona el error.
Mateo 18,21-35
En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: "Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?" Jesús le contesta: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo." El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: "Pagame lo que me debes." El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré." Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano." P.D.
Reflexión:
A veces se oye decir: "Yo perdono, pero no olvido". U otras frases peores: "Ni perdón, ni olvido". Así se produce una cadena de violencia. Violencia produce violencia.
Hay personas que no se hablan, no se saluda,; se ignoran, como si no existiesen; las lecturas bíblicas de hoy nos muestran que estas actitudes son totalmente contrarias a las enseñanzas de Jesús,Él nos invita a ser como es Dios Padre, misericordioso, y que perdona y olvida. Veamos:
En la primera lectura del libro Eclesiástico, la sabiduría de Dios, dice: "Perdona el agravio a tu prójimo y entonces, cuando ores, serás absuelto de tus pecados. Si un hombre mantiene su enojo contra otro ¿cómo pretende que el Señor lo sane? No tiene piedad de un hombre semejante a él ¡y se atreve implorar por sus pecados!"
Y en el Evangelio san Pedro pregunta: "¿Cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siente veces?" Jesús le contesta "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete", Es decir: ¡siempre! Y a continuación el Señor nos cuenta la impresionante parábola del Rey, que sabe perdonar una deuda inmensa, y el servidor, a su vez no sabe perdonar unos pocos pesos. Así es Dios, inmensamente misericordioso con nosotros; y nosotros, sus servos, somos mezquinos, rencorosos y vengativos con nuestros hermanos.
Es impactante la conclusión que Jesús saca de la parábola; después que el rey indignado entregó a los verdugos al servidor rencoroso, Jesús concluye con estas terribles palabras: "Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos".
En la oración del Padre Nuestro, decimos: "Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden". También la Santísima Virgen María tuvo mucho que perdonar, al pie de la cruz, todo el daño cruel y mal trato asesino, que hacían con su Hijo Jesús, muerto por nuestros pecados. Ella escucho y compartió la oración de su Hijo: "¡Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”.
Pedro pregunta por el límite del perdón, y la respuesta es que no existe límite: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete» (Mt 18,22). Jesús emplea una parábola, la pregunta del rey centra el tema de la parábola: ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti? (Mt 18,33).
Perdonar y ser perdonados es necesario para salir adelante en la vida; sin perdón, la convivencia es imposible. Pero hay muchas formas de entender el perdón, y no todas corresponden con el perdón cristiano, por ejemplo, veces se oye decir: "Yo perdono, pero no olvido". U otras frases peores: "Ni perdón, ni olvido". Así se produce una cadena de violencia. Violencia produce violencia.
Ciertamente, todos tenemos miles de fallos, cometemos errores, nos equivocaciones, cosas por las que simplemente nos hace excusarlos, pero perdonar no es sinónimo de olvido.
Cuando el Señor nos enseña la oración del Padre Nuestro, nos hace decir: "Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden". Ciertamente no podemos hacer que se eviten las guerras y el terrorismo en el mundo; pero sí podemos evitar guardar rencores y venganzas personales.
Perdonar es algo muy serio y difícil de hacer, no se debe hablar de ello a la ligera, junto al mandato de perdonar hay que proporcionar al hombre también un motivo para hacerlo; es lo que Jesús hace con la parábola del rey y de los dos siervos, está claro por qué se debe perdonar: ¡porque Dios, antes, nos ha perdonado y nos perdona! Nos condona una deuda infinitamente mayor que la que un semejante nuestro puede tener con nosotros. ¡La diferencia entre la deuda hacia el rey (diez mil talentos) y la del colega (cien denarios)
El perdón cristiano va más allá de la no-violencia o del no-resentimiento.
Alguien podría objetar: ¿Perdonar setenta veces siete no representa alimetar la injusticia y dar luz verde a la prepotencia? No; porque el perdón cristiano no excluye que puedas también, en ciertos casos, denunciar a la persona y llevarla ante la justicia, sobre todo cuando están en juego los intereses y el bien, o incluso la integridad de la vida de otras personas.
Pero no hay sólo grandes perdones; existen también los perdones de cada día: en la vida de pareja, en el trabajo, entre parientes, entre amigos, colegas, conocidos. ¿Qué hacer cuando uno descubre que ha sido traicionado por el propio cónyuge? ¿Perdonar o separarse? Es una cuestión demasiado delicada; no se puede imponer ninguna ley desde fuera. La persona debe descubrir en sí misma qué hacer.
P. Rodri
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