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EL HIJO PRODIGO

El que es buen hijo, vuelve a casa


La palabra de Dios en este día, nos ofrece un mensaje conmovedor sobre la paciencia y el amor con que Dios trata a los pecadores.


A veces uno cree que en esta parábola del hijo prodigo, había un hijo bueno y un hijo malo, no; aquí lo que había eran dos hijos malos, uno abiertamente malo y otro ocultamente malo, pero los dos eran malos; y ambos, en el fondo, estaban interesados en los bienes del papá y no en el amor, en el cariño, ni en la cercanía con el mismo papá; sino que a ellos les interesaban los bienes del papá, pero no el papá.

En imagen: uno se alejó en las cosas de este mundo; el otro se alejó negándole su corazón a Dios. Son dos maneras de oponerse a Dios.


El menor se acerca y le dice: “Dame la herencia”, es una palabra muy dura, porque significa: “De aquí en adelante, papá, ya te considero como muerto, ya que la herencia se otorga, cuando uno muere.

Esta parábola también quiere decir: “De ti, padre, no me interesa tu amor, sino tus cosas; no me interesa tu cariño ni tú, sino lo tuyo”.


¿Qué sucede cuando uno se aleja de Dios? ¿Para qué alejarse de Dios? ¿Qué tenía él que buscar que no tuviera cerca de su padre? Tenía que irse a un país lejano para derrochar su fortuna, viviendo perdidamente, con deseo de derrochar, y no sólo utilizamos, sino que derrochamos las cosas, queremos sacarles todo el jugo, todo su bien, y adueñarnos de ellas para nuestro placer o nuestro gusto, y la saciedad de nuestra soberbia.


Quería vivir perdidamente, estaba cansado de vivir bien, de ser bueno, porque también uno se cansa de ser bueno, honrado, sincero, noble, uno se cansa de perdonar, de esperar, y de amar…


Así también nos pasa a nosotros con el pecado, una persona que se hace y va tras del dinero, obviamente va a tener todos los bienes que trae el dinero y eso es verdad; pero va a tener todos los problemas que tiene el usar ese dinero, y eso fue exactamente lo que le sucedió a este hijo, se le acabaron sus bienes, su dinero, sus amigos.


El trabajo que describe Jesús, de este pobre hombre, es lo más deprimente para un judío, ya que los judíos no tenían cría de cerdos porque para ellos era un animal impuro. Entonces, tener que criar cerdos para un extraño y no poderse comer ni siquiera la comida de los cerdos; eso es estar muy por debajo de la peor humillación que podía sufrir un judío.


La vida y la dignidad de la persona humana es el último recurso que nos ayuda, cuando tocamos fondo. Entonces dice: “Me levantaré…”


Porque: "Cuando quisiste matar a Dios, te mataste tú; cuando quisiste excluirlo de tu vida, te excluiste tú mismo del país de la vida". Y esa es la imagen de lo que el pecado causa en nosotros, cuando nosotros decimos:” Voy a sacar a Dios de mi vida”, en ese momento nos sacamos de la única vida posible, que es la vida de Dios.


Escuchen lo que dice el otro hijo: “En tantos años te he servido, sin desobedecer jamás una orden tuya, y a mí nunca me haz dado un cabrito para comérmelo con mis amigos". En el fondo, este hijo también quería quedarse con las cosas del padre, porque tampoco a este hijo le importaban las alegrías del padre.

Fíjate cómo este hermano mayor cuando habla dice: “Mis amigos", mi cabrito, mi banquete”, en cambio cuando va a hablar del hermano no dice “mi hermano”, sino “ese hijo tuyo”.


Y esto nos demuestra que hay dos modos de irse de Dios, uno es el que se corrompe haciendo barbaridades, pecado abiertamente y parece que está lejos, pero resulta estando más cerca; y el otro modo, es el que no comete esas barbaridades, pero en el fondo las desea, y aunque “parece estar cerca de Dios”, tiene corazón de esclavo, tiene alma de mercenario, no tiene corazón ni alma de hijo.


Nos debe llega hasta el alma la soledad de este padre, en la que está retratada la soledad de Dios, y este padre es Dios, un padre sin hijos, un padre que sólo tiene un hijo, el Unigénito, el primogénito, Jesucristo, y que para tener muchos hijos, ha dado a ese Hijo Unigénito.


De manera que el hijo vuelve a decirle que quiere ser jornalero y el otro se ha quedado pero también quiere jornal; el jornalero lo que hace lo hace por un jornal, por el salario.


El papá prepara un banquete y ese banquete era para ambos hijos, porque fíjense que cuando el hijo mayor no quiso entrar, el papá fue para que entrara. El banquete es para ambos hijos, porque los dos necesitan ser perdonados, los dos necesitan ser acogidos. El banquete en la casa del Padre y no en la tierra del pecado.

De manera que esta parábola es una denuncia del pecado en sus dos grandes vertientes: el pecado que se ve, que es fundamentalmente el pecado de concupiscencia y el pecado que no se ve, el pecado que no aparece tanto, y que es fundamentalmente el pecado de soberbia.


Y en eso tenía razón, el hermano mayor nunca había cometido esos pecados tan escandalosos, de estar derrochando el dinero con malas mujeres; ese pecado específicamente no lo había cometido, pero había cometido su propio pecado, su propia soberbia.


Y por eso estos dos hermanos resultan hermanos del mismo padre: hermanados por un mismo pecado y por una misma gracia.

Amén.

P. Rodri



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