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EL BAUTISMO DEL JESÚS

PREDICACIÓN DEL BAUTISMO DEL SEÑOR

13 de Enero del 2019

Hoy celebramos el Bautismo del Señor; el bautismo que Jesús recibió en el Río Jordán que es el lugar donde hacía su labor Juan, al cual llamamos precisamente Juan el bautista, porque él tenía ese encargo, Bautizar, Juan era un hombre santo, un hombre penitente que vivía en el desierto y hasta allá al desierto iba a buscarlo la gente, no para oír palabras dulces, sino para escuchar la verdad de Dios.

Juan predicaba con fuego del cielo, en sus labios, la predicación del Bautista era como una continua denuncia de los pecados; pero algo maravilloso sucedió entonces, a pesar de esos discurso, la gente le busca en grandes multitudes, sus palabras no eran caricia, ni era adulación, sus palabras eran denuncia, a veces esas denuncias eran como una bofetada que despierta al que está dormido, pero era una cachetada saludable que hacía que la gente volviera en si, que despertara a su verdadera dignidad, a su verdadera vocación y que viviera a un mejor modo al querer de Dios, que gran hombre, Juan Bautista.

Juan tenía esa predicación y la gente oraba, y la gente pedía perdón por sus pecados y quiero aprovechar esta ocasión, para compartir con ustedes una reflexión sobre el ARREPENTIMIENTO, porque el arrepentimiento es el comienzo de otra palabra todavía más importante, LA CONVERSIÓN, y esta es la primera palabra que predica Jesús en los Evangelios; cuando Jesús empieza a predicar, su discurso no está muy distante de lo que dijo Juan el Bautista, pues si Juan estaba denunciando los pecados, Jesús, los primero que dice es: CONVIERTANSE y crean en la Buena Noticia, el reino de Dios está cerca.

Pero toda esa historia empieza con la conversión y sobre todo con el arrepentimiento; así es que esta reflexión es una meditación del arrepentimiento y de los bines que trae al corazón humano, ¿Qué es arrepentirse y qué no es arrepentirse? ¿Cuáles son los bienes que trae arrepentirse, según el querer de Dios, y cuáles son los bienes que nos perdemos por no arrepentirnos? De eso es de lo quiero hablar y que reflexionemos.

Empecemos por saber de qué nos perdemos por no arrepentirnos, perdemos muchísimas cosas, usualmente es el orgullo el que nos impide arrepentirnos; el orgullo nos tapa la boca, nos asfixia la garganta, nos ahorca y no nos deja decir la palabra más liberadora que existe, esa palara es: PERDONAME, ME EQUIVOQUÉ…

Esa apalabra, me equivoqué, obré mal, es palabra es profundamente liberadora, esa es la palabra que puede restablecer el camino de comunicación, cuando una pareja ha tenido problemas, cuántos divorcios pudiéramos evitar si la gente aprendiera a decir estas palabras, mira perdóname, realmente me equivoqué, no era mi intención, discúlpame; nos cuesta demasiado trabajo decir esas simples pero mágicas palabras, pero el precio que pagamos por no decirlas, es demasiado alto, y ese precio altísimo luego se vierte en lágrimas y alaridos de dolor, en los funerales; ese llano compulsivo, ese llanto dolido de tantas personas en los funerales, no es otra cosas sino la lamentación por las palabras que no se dijeron a tiempo, el amor que no se entregó cuando tocaba.

La mayor parte de ese espectáculo que a veces se ve en los funerales, las personas que lloran de un modo tan terriblemente dolido, no están llorando por el muerto, están llorando por si mismas, están llorando por las oportunidades que perdieron. Esto me hace recordar a un amigo casado, que tenía una pésima relación con su mamá (esas cosas pasan), porque resulta que la mamá era una montaña de orgullo y él otra montaña peor, se habían ofendido muchas veces en contra del mandamiento divino que nos invita a reconciliarnos y a perdonarnos, estos dos orgullosos, vivieron años distanciados; la mamá no podía tomar el teléfono para llamar a su hijo, porque decía, él fue el que se equivocó; y el hijo no podía tomar el teléfono para llamar a la mamá, porque decía, ella fue la que me insultó primero y así pasaron muchos meses y muchos años, la seña empezó a agravarse en su salud y nadie esperaba lo que sucedió un infarto repentino se llevó la vida de esa señora; entonces este hombre después de más de diez años de hablare a la mamá para nada, un día se encuentra con esta noticia: tu mamá ha muerto y entonces tiene que llegar a enfrentarse con la cara de un cadáver y ahora tiene que mirar ese rostro, un rostro que ya no puede escucharlo y que ya no puede decirle: te perdono madre, te perdono hijo; esas palabras ya no puedo oírlas ninguno de los dos y la falta de esas palabras, el hecho de que la mamá se fue sin perdonarlo, ha dejado una carga, ha dejado un yunque horroroso sobre los hombros de este hombre que se siente prácticamente un maldito, todo por no decir las palabras de perdón, todo por reprimir esas palabras, es terrible el daño que hace al corazón humano EL NO PEDIR PERDON…

Yo los invito con lo más entrañable de mi corazón, tenemos que aprender a decir esas palabras, tenemos que enseñárselas a los hijos y los hijos tienen que ver que los papás se perdonan, pero claro, es imposible el perdón si no hay arrepentimiento y por eso necesitamos el arrepentimiento, con un momento de arrepentimiento sincero, con una palabra sincera que pide perdón, tenemos mucho que darle a nuestras familias; sin el arrepentimiento y sin las palabras que piden disculpas, nuestras familias están condenadas a dividirse y más y más personas quedarán con una herida salvaje en el alma. Nunca recibí el perdón que yo esperaba de mi papá o de mi hijo, de mi hermano o de mi mamá, hay que pedir perdón, hay que arrepentirse, el perdón es indispensable para la vida humana, todos los seres humanos nos equivocamos en los oficios que tenemos. (Papa Juan Pablo II pidió perdón por los pecados de los hijos de la Iglesia).

Tenemos que aprender a pedir perdón, lo único que nos bloquea el perdón es el ORGULLO y la otra, el RESENTIMIENTO; pero para vencer el orgullo, lo único que uno tiene que pensar es, cuánto estoy perdiendo por entregarle tanto a este ídolo del orgullo, y para vencer el resentimiento, lo que uno tiene que pensar es, ¿qué gano yo con envenenarme? Ya eso ni daño le hace a la otra persona, es simplemente destrucción de mí mismo, por eso, allí tenemos una primera razón para el arrepentimiento, el arrepentimiento es lo que quita esos vicios que evitan el fluido de la amistad, del amor, hay amistades muy bonitas que se dañaron, porque la gente no fue capaz de pedirse perdón, cada uno se quedó esperando a que el otro llamara, a que el otro dijera…

Yo te hago una pregunta, el día que te estés muriendo, el día en que estés en tu lecho de muerte, no será que te va a dolor no haber tomado ese teléfono para llamar a esa persona y decirle, mira, lo que tiene que ver conmigo disculpa, perdóname; claro, la gente podrá aprovechar eso para burlarse de nosotros, para humillarnos, para señalarnos con el dedo o incluso para tratar de herirnos; es posible que uno haga una llamada telefónica de estas o vaya a visitar a una persona para pedirle perdón, y es posible que la persona lo reciba a uno con tres patadas, pero ese ya es el problema de esa persona, uno tiene que hacer lo que uno tiene que hacer. Si salí de pelea con un amigo y seguramente hubo de parte y parte, yo que yo tengo que hacer es tomar ese teléfono y decirle a la persona, mira, por favor perdona, disculpa, ya el otro verá lo que hace, que él diga o haga lo que se le dé la regalada gana; ese no es tu problema, tu problema es que tu corazón no puede dejar de pedir perdón.

El día que te estés muriendo en la cama de un hospital, el día que estés solo y empieces a hacer cuentas de todo lo que dejaste pendiente, ese día vas a sentir angustia por todas las personas a las que no les pediste perdón; y si eso decimos de los seres humanos, cuánto más hay que decirlo de Dios nuestro Padre; nosotros tenemos que arrepentirnos, tenemos que seguir el ejemplo de aquel mucho de la parábola del hijo pródigo (Lc 15), ese muchacho RECAPACITÓ y se dijo, cuántos jornaleros de mi padre comen mejor que yo, aquí, y dijo estas palabras: me levantaré, me levantaré de este barro donde estoy postrado, me levantaré, iré a la casa de mi padre y le diré, padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco que me llames hijo tuyo; eso es confesarse, eso es sacramento de la confesión, cada vez que nos confesamos lo que hacemos es ir, a donde nuestro Padre Dios y decirle, padre, he pecado contra el cielo y contra ti, yo no merezco el bautismo que me diste, yo no merezco la paciencia que has tenido conmigo, perdóname padre…

El arrepentimiento te devuelve al terreno de la verdad, cuando uno se niega a arrepentirse, se condena a vivir en el territorio espantoso de la mentira, hay agotamiento mental que proviene de estarse uno justificando y justificando, como diciendo, porque soy yo, eso no es pecado, porque soy yo, tengo derecho a hacerlo, porque soy yo…, y uno se inventa justificaciones. Los varones por ejemplo nos inventamos justificaciones: soy infiel porque es que yo soy muy marcho, no me cabe la machera en la ropa; soy promiscuo, pero lo que pasa es yo soy joven y los jóvenes somos así, somos promiscuos, tenemos dos o cuatro novias y ahora ellas se desquitan y tienen tres o cuatro novios, todos contra todos y todos con sida; es que soy joven y la juventud hace que yo sea superficial y que solo oiga música para divertirme y que sea egoísta y que sea vulgar y desordenado y que maltrate a mis papás, todo eso se justifica, no ve que yo soy joven; pues joven y todo, usted también se muere. Uno vive justificándose.

Al personas que llegan a confesarse y dicen: pues, yo qué, los pecados “normales”, padre, ¿los pecados qué? Normales, padre; al utilizar ese adjetivo, ya estás diciendo que ESA ES LA NORAMA, porque lo normal es lo que está de acuerdo con una norma; los pecados “normales”, es decir, los pecados que tengo derecho a cometer, y vivimos justificándonos, pero la justificación que tú te das, te priva de la justificación que Dios quiere darte; San pablo nos dice Rom 5 que hemos sido justificados por la fe, es decir, mientras uno se pasa la vida justificándose, se pierde de que Dios lo justifique, porque las justificaciones nuestras son excusas; en cambio la justificación que nos trae Dios es, hacernos justos, ajustarnos, enderezarnos con el poder de su perdón, de su gracia y de su amor.

Hay que dejar las justificaciones; que porque soy niño, puedo ser malcriado; porque soy joven puedo ser desordenado, y porque soy viejo, puedo ser un viejo rabo verde, deja las justificaciones. Las justificaciones que uno más utiliza son cuatro:

1. TODO MUNDO LO HACE: eso no sirve de nada, si un día todo mundo se vuelve loco y empieza a comprar veneno para ratas y a tomárselo en el café con leche, entonces yo tengo también que tomar café con leche con veneno de ratas, porque todo mundo se volvió loco y lo toma, es justificación de “todo mundo lo hace”, hay que quitarla.

2. ESTA APROVADO POR LA LEY: yo vivo en un país libre, no estoy incumpliendo ninguna ley, tampoco sirve, hay leyes que son justas que son la mayoría, pero hay algunas, que tienen el nombre de leyes, pero no tienen ningún poder, porque son leyes contrarias al orden de la naturaleza, como por ejemplo las leyes que permiten el aborto, así se reúna todo el senado de la república y digan que se puede matar a un inocente y digan que eso es la ley no tiene valor, esa ley no obliga, esa ley no tiene poder sobre mi, yo no estoy obligado a cumplir esa ley, hay que dejar esa otra falsa justificación.

3. ES QUE YO VENGO TRAUMATIZADO DE MI PASADO: mi papá era un violador, mi papá nos violó a todos, ahora yo tengo que repetir ese patrón de familia, no señor, la respuesta a los traumas de su pasado es zafarse de su pasado, no repetirlo, como mi papá era un hombre violento, por eso lo único que hago es gritarle a mi esposa, no vale, los malos ejemplos que usted vio, los crímenes o maltratos que usted padeció, no autorizan a usted para repetirlo; por eso hay que pedirle a Dios sanación, eso si hay que pedirle a Dios que nos sane de las heridas de nuestro pasado, que nos sane los traumas de la infancia. No es pasarle el daño a otros: me insultaron, ahora yo insulto; me violaron, ahora yo violo; me maltrataron, ahora yo maltrato, así no es justificación.

4. La cuarta forma que uno tiene de justificarse es el famoso tema de LA SUERTE; o en todo caso estarle echando la culpa a toras personas, somos expertos en echarle la culpa a otras personas y cuando no encontramos a quien echarle la culpa, entonces decimos: MALA SUERTE. Esas son justificaciones que no valen.

Yo te invito a que nos liberemos de esas cuatro justificaciones. Arrepentirse es volverse al camino de la verdad; justificarse, lo condena a uno al terreno de la mentira.

Terminemos esta reflexión comentando los bienes que trae el arrepentimiento, el arrepentimiento le da a uno el conocimiento de la luz de la verdad; pero también hay otros bienes, el arrepentimiento te libera del orgullo, el arrepentimiento te libra de ese monstruo horroroso, que se llama el orgullo; el arrepentimiento te permite entrar por la puerta de la humildad; el arrepentimiento vuelve a abrir las puertas entre aquellos que estaban enemistados, como lo escuchamos en el sacramento de la confesión, nos dice Dios: yo te perdono de tus pecados, vete en paz; el arrepentimiento es la puesta que Dios te da para volver a empezar, y mirar al pasado y decir si, hay páginas rotas en el libro de mi vida, hay paginas sucias, hay grandes equivocaciones, pero ese es mi pasado y lo que ha pasado, ya ha pasado eso quedó atrás; mi presente está marcado por Dios y mi futuro está abierto a su providencia, y en él pongo mi esperanza.

Así sea.

P. Rodri



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