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EL BAUTISMO DE JESÚS

Texto: Marcos 1,7-11


Reflexión:

En este domingo, después a la solemnidad de la Epifanía, celebramos el Bautismo del Señor; fue el primer acto de su vida pública, narrado en los cuatro evangelios. Al llegar a la edad de casi treinta años, Jesús dejó Nazaret, fue al río Jordán, y en medio de mucha gente, se hizo bautizar por Juan; Jesús se bautizó por nosotros, se sumergió en aquellas aguas para purificarlas, al contacto con su carne santísima, y así conferirle al agua, el poder de purificar. Se sumergió también para fecundarla, dándoles capacidad de engendrar hijos para Dios, y se bautizó para inaugurar los sacramentos de la Nueva Alianza, especialmente el bautismo, que es la puerta para los demás sacramentos.


Este episodio, es narrado en los cuatro Evangelios, San Juan no lo narra, pero hace referencia a eso, quiere decir que es un momento muy importante de la vida y de la misión de Cristo, y cada Evangelista nos ayuda a contemplar a Cristo desde un ángulo diferente, con un énfasis distinto, siempre nos están hablando del mismo Cristo, pero cada uno nos deja ver algún rasgo específico.


Juan el Bautista, que lleva una vida de oración y de austeridad en el desierto, comía y vestía de lo que el mismo desierto le proporcionaba, era un HOMBRE LIBRE, que solo dependía de Dios, es decir, no tenía cola que le pisaran, por eso hablaba con libertad.


Bautizaba en el Rio Jordán, y ¿Por qué el Río Jordán? Había una razón que era poco conocida, y es que agua la había en muchos lugares, pero Juan quiere bautizar en el Jordán, porque las razones nos conducen a las raíces mismas del pueblo de Israel: dos milagros señalaron el camino de Israel por el desierto, y esos dos milagros tienen que ver con el agua, porque según la mentalidad judía, el único que gobierna el agua, es Dios, porque solo Dios pone un límite a la arrogancia de las aguas.


¿Cuáles fueron esos dos milagros conectados con el agua?

El primero, recordemos cuando los hebreos salieron de Egipto, los carros del faraón persiguieron a los hebreos, y llegaron a arrinconarlos con un cuerpo de agua, llamado el MAR ROJO, y en ese momento desesperante, Dios le dice a Moisés: GOLPEA, -como castigando-, golpea las aguas del mar rojo; las aguas se separan, dan paso libre a los hebreros, y luego sirve de castigo y de tumba para los egipcios, ese fue el primer milagro relacionado con el agua, al salir de Egipto.


Pero después de cuarenta años, ellos tenían que entrar a la tierra prometida, y ¿Cómo entraron a esa tierra prometida, que emanaba leche y miel? En otras agua, LAS AGUAS DEL RIO JORDÁN; ya Moisés había muerto y su tumba nunca se encontró, Moisés había dejado tendido su cuerpo, en algún lugar desconocido para todos, en el monte Nebo, y siguió conduciendo al pueblo, un gran líder llamado Josué, que había sido ayudante de Moisés durante todos esos años, Josué llegó hasta las orilla de otro cuerpo de agua, esta vez el Río Jordán, y qué es lo que hace Josué, no utiliza la vara de Moisés, sino que ahora ellos tienen el Arca de la Alianza, también de madera, MADERA DE ACACIA, y el Arca llevada por los sacerdotes, va a ser como el nuevo bastón, que toca las aguas del Jordán.


El libro de Josué nos dice que en cuanto los pies de los sacerdotes tocaron el agua de Jordán, las aguas del Jordán se apartaron, como renovando el milagro del mar rojo, los sacerdotes avanzaron hasta la mitad del curso del río, el pueblo pasó, mientras los sacerdotes esperaban, prolongando el milagro con la sola presencia del Arca; cuando el pueblo pasó, los sacerdotes salieron del agua y las aguas volvieron a su curso, ese fue el segundo milagro, relacionado con el agua, y de esa manera, el pueblo pudo entrar triunfante, por así decirlo, en la tierra que Dios les había prometido, no se mojaron, porque Dios apartó las agua.


Pero antes de que sucediera ese prodigio, Josué, que de parte de Dios es el líder del pueblo, interrogó a todo el pueblo, y esta es la parte que más nos interesa: al pie de las aguas del Jordán, Josué hace esta pregunta, una especie de examen de fidelidad, les dice: Ustedes escojan a quién van a servir, si ¿a los dioses de Egipto, o van a servir a los dioses de Canaán, (fíjense, Egipto, punto de partida, Canaán, punto de llegada), o van a servir al Dios Yavé, que los liberó de Egipto? Y a orillas del Jordán, el pueblo afirmó con una sola voz, ¡Serviremos al Señor! Y aunque lo prometieron a orillas del Jordán, eso no fue lo que sucedió, porque no sirvieron al Señor, sino a los ídolos nuevos y antiguos, a los dioses llamados Baales, y a las llamadas Asartés, que eran diosas de victoria y fecundidad, a las que se daba culto en aquella región; o sea, que a la base de esa promesa, Dios separó las aguas del Jordán; bajo esa promesa, ellos no se mojaron los pies; que a la base de esa promesa, ellos entraron a la tierra prometida; sobre la base de una promesa que no cumplieron.


Ahora entendemos por qué Juan el Bautista escogió ese lugar específico para su predicación y para realizar los bautismos. Prácticamente lo que Juan estaba haciendo, era conectar, lo que Josué muchos siglos atrás, les había preguntado a todos los Israelitas, ¿van a servir a los dioses de Canaán, o van a servir a Yavé? Y el pueblo PROMETIÓ, PERO NO CUMPLIÓ.


Por eso lo que significa SUMERGIRSE EN LAS AGUAS DEL JORDAN, siendo un Israelita, ser descendiente de los que prometieron y no cumplieron, y meterse en las aguas del Jordán, ¿Qué significa? No merecemos que Dios separa las aguas, muerte es lo que merecemos, porque somos unos pecadores, muerte es lo que merecemos; eso es lo que significa el Bautismo de Juan, meterse en las aguas y que aquellas aguas los sepulten, significa la muerte que merecemos, porque le hemos dado la espalda a Dios.


Entonces ¿Quiénes eran los que se bautizaban? Aquellos que habiendo oído la voz de Juan que era libre, y habiendo reconocido la voz de Dios mismo, reconocían que la historia de su pueblo había sido, una historia de pecado, por eso van al Jordán, a morir, a eso van, a morir, porque se sumergían en las aguas, como quien se mete en la tumba, muerte es lo que merecemos, PERO NO MUEREN, porque, aunque muerte es lo que merecemos, no nos matan estas aguas, porque todavía hay esperanza.


Y entonces, la presencia de Cristo allí, significa que Dios toma la carga de su pueblo, significa que Dios acepta el sacrifico de humildad del que reconoce lo que es y lo que ha hecho; significa que Dios está muy cerca, allí donde está la humildad y el arrepentimiento, yo creo que esta es una gran lección para nosotros.

P. Rodri


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