EL SEMBRADOR: Mateo 13,1-23
Casi siempre cuando se predica sobre este texto del Evangelio Mt 13, nos fijamos concretamente en los distintos terrenos: hay un terreno, pedregoso, hay un terreno con zarza y espinas, hay un terreno al borde del camino y hay un terreno bueno.
Y la comparación más espontánea es para hacernos la pregunta, ¿qué clase de terreno soy yo? Pero también se puede hacer la reflexión inversa, al revés, es decir, no fijándonos en el terreno, sino fijándonos en la semilla; porque al parecer, la primera intención en esta parábola, era hablar no tanto de la tierra, sino de la SEMILLA, la semilla es la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo.
Y parece que el sentido original de la parábola del sembrador, es llevar nuestra atención al plan de Dios, miren cómo va hablando Cristo, dice: UN POCO al borde del camino, otro poco en terreno pedregoso, otro poco entre espinas; y luego ya NO dice el último poco, no, sino dice EL RESTO, esa expreso el resto, significa mucho, ya que los profetas Isaías, Sofonías hablaban del PEQUEÑO RESTO, y cuando un jugador va a apostar lo último que le queda, dice va el resto, parece que ese no es simplemente una manera de nombrar el último porcentaje de granos.
Lo que Dios quería enseñarnos con esta parábola, en primer lugar era EL PODER DEL RESTO, lo grande que puede ser el resto, miren, Cristo nos habla de cuánto produce cada granito, hubo granos que produjeron el ciento por uno, otros el sesenta y otros el treinta por uno; eso qué quiere decir, que cuando uno ve que se hecho la semilla al borde del camino y los pájaros se la comieron, se perdió; y cuando ve que la semilla brotó demasiado pronto y que no tenía profundidad, se perdió y uno siente pesar por lo que se pierde, y en conclusión uno dice: TODO SE PERDIÓ, o casi todo se perdió, porque allí quedaría algún poquito; pues aquí es donde nos dice Cristo, que ese resto produce tanto, como usted ni idea tiene, tanto que no se puede imaginar.
Vamos suponer que de todos los granos, la mitad se fue al borde del camino, y que la otra mitad de lo que quedaba, se fue a terreno pedregoso y la otra mitad de lo que quedó se fue entre espinas, pero el noventa por ciento de la semilla SE PERDIÓ, pero quedó un diez por ciento, y Jesús dice que el que menos produje en ese poquito, fue treinta por uno, imaginen cuanto produce de ganancia neta ese granito, pero hubo otros que dieron hasta el ciento por uno, es decir que ese poquito produce tanto que cubre toda la pérdida.
Y esto si que lo entendían muy bien en el tiempo de Cristo, porque en aquella época no existían los tractores, ni maquinaria sofisticada; el método era terriblemente ineficiente. Hacían un pliegue en la túnica y echaban aquí la semilla y la iban arrojando, era un método muy deficiente, pero los campesinos no se morían de hambre, ¿por qué? Porque el poquito que se salva, SALVA TODO, o sea que una de las enseñanzas del Evangelio de hoy es esa. El poquito que se salva, salva todo.
Y por eso el mensaje es una mensaje de esperanza, de alegría, porque el poquito que se salva, salva todo; parece que eso tiene que ver con lo que sigue después, allí donde dice Jesús: Dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen, les aseguro que muchos profetas desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron.
Por eso Jesús se queda tranquilo con ese pequeño grupo de discípulos, así mucha gente no entienda porque se queda tranquilo, porque a la larga, la cosecha va a ser grande.
Así es que el mensaje es: en la vida encontrarás muchas tristezas y muchas veces pensarás que NO vale la pena ser bueno; en la vida encontrarás que la verdad muere sepultada al borde del camino; en la vida encontrarás que las buenas iniciativas se secan pronto; y en la vida encontrarás que la oferta de Dios parece morir ahogada en medio de tanto ruido y tanta idolatría.
En la vida encontrarás que todo se muere y que nada vale la pena, pero no te desesperes, no decaigas porque Dios tiene su RESTO y el resto lo salva todo, porque hay una cosecha grande que está dándose en lo profundo de la tierra, no es una cosecha que sea POR, no es una cosecha que esté en la superficie y lo que está en la superficie es superficial; hay una obra profunda de Dios que se gesta allá en lo profundo de la tierra y en esa obra maravillosa, ya tú te puedes regocijar, Dios va a salir adelante con su plan, esta es una palabra que lleva mucho consuelo, que lleva mucha fuerza.
Lo que Cristo nos está diciendo es: ESCOGE PERTENECER AL RESTO, porque claro, lo más cómodo, después de que todo sale mal uno dice, ya este mundo se fundió en el pecado, la juventud para qué sirve la juventud, para nada, sino para drogarse, para prostituirse; los políticos para que sirven, para nada; los sacerdotes para que sirve, para nada; la familia, que le pasó a la familia, se acabó. ¿Para qué sirve ese lenguaje? Ese lenguaje sirve para luego tapar mediocridades de uno, ya todo se acabó; muy bonito decir que el mundo está cochino, está podrido, para luego ser uno un mediocre. Cristo no dice que no vengamos con disculpas, nos invita a que pertenezcamos a un grupo maravilloso que se llama EL RESTO, arriésgate a pertenecer a ese resto.
Porque la verdad es que de un joven que sigue a Cristo se pueden esperar cosas maravillosas, de una joven que testimonia continuamente los valores y principio evangélicos, o los grupos de oración, o quienes visitan continuamente al Santísimo. Siempre Dios se sale con la suya, Dios es poderoso y el reto es: deje de escudarse diciendo que el mundo se perdió, arriésguese más bien a pertenecer al pequeño resto, comprométase a fondo y sea usted de los producen el treinta por uno; sea usted un hombre que vale por treinta, sea usted una mujer que vale por sesenta o por cien, esa es la propuesta de Nuestro Señor Jesucristo, y eje de andar quejándose y diciendo de que todo se dañó para luego usted seguir con su ruta de mentira, de adulterio y de traición, para luego decir que todos somos unos desgraciados, pecadores… No se Señor.
Hoy Jesús le llama a usted a pertenecer al grupo élite, a al grupo que se llama EL RESTO… vamos a dejar que el Amor de Dios se adueñe de nosotros, que llueva sobre nosotros el don del Espíritu Santo.
P. Rodri
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