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DISCURSO ESCATOLÓGICO DE JESÚS

LECTURA DE LA PROFECÍA DE MALAQUÍAS 3, 19-20a

He aquí que llega el día, ardiente como un horno, en el que todos los orgullosos y malhechores serán como paja; los consumirá el día que está llegando, dice el Señor del universo, y no les dejará ni copa ni raíz.

Pero a vosotros, los que teméis mi nombre, os iluminará un sol de justicia y hallaréis salud a sus sombra.

Palabra de Dios.


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 21. 5-19

En aquel tiempo, como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo. «Esto que contempláis, llegarán un días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».

Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».

Él dijo: «Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: "Yo soy", o bien: "Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el final no será enseguida».


Entonces les decía: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo.

Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárceles, y haciéndonos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio.


Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.

Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa de mi nombre.


Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

Palabra del Señor.


Reflexión:

Al final del año litúrgico y antes de proclamar la definitiva victoria de Jesucristo, Rey del Universo, la Palabra de Dios nos enfrenta con la dimensión escatologica de nuestra fe: el problema del fin del mundo. Lucas, insiste en no dar importancia a la fecha de ese fin del mundo, que ni sabemos, ni podemos saber. Subraya la finitud y caducidad de las realidades de este mundo, y nos invita a fijar nuestra atención en las dimensiones permanentes y definitivas que ya están operando en nuestra vida.


La lectura de Malaquías, es un texto que se centra en la teología profética del Antiguo Testamento: el día de Yahvé, el día de la actuación de Dios. Y anuncia: “mirad que llega el día, ardiente como un horno”

El texto del evangelio de Lucas corresponde a lo que se ha llamado el discurso escatológico de Jesús. Con la destrucción de Jerusalén no llegó el fin del mundo, ni del judaísmo siquiera. Los judíos pensaban que el día que el templo fuera destruido desaparecería el pueblo de Israel. ¡No fue así! los cristianos serán perseguidos; pero eso no es el final, pero tampoco debemos vivir con la pretensión de instalarnos aquí para siempre, al contrario, es entonces cuando hay que levantar las cabezas porque la salvación está cerca.


Dios no quiere asustarnos, y mucho menos trata de tenernos a raya con terribles cuentos de miedo, o con narraciones terroríficas de ciencia-ficción. Dios nos habla con lealtad y como alguien que nos ama entrañablemente, nos avisa del riesgo que corremos si continuamos metidos en el pecado.

No, no se trata de vivir amedrentados, de estar siempre asustados, como alguien que espera de un momento a otro el estallido pavoroso de un artefacto atómico.


La palabra de Dios nos habla del final de los tiempos con un lenguaje apocalíptico, que no hay que entender al pie de la letra. Tanto el Evangelio como la primera lectura del profeta Malaquías, nos hablan de catástrofes, enfrentamientos, divisiones, guerra y destrucción. Sin embargo, lo importante es el mensaje final en ambas lecturas: "iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas", "ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas". El cristiano tiene que ser portador de esperanza y perseverar confiando, siempre en el Señor.


Cuando Lucas escribe su evangelio, ya se había producido la destrucción del Templo de Jerusalén. Fue el emperador Tito quien ordenó que fuera arrasado en el año 70. Por tanto, lo que se narra como algo apocalíptico, como algo que va a suceder, en realidad ya se ha producido. Pero lo importante es la enseñanza que quiere dar el evangelista, el que Templo no es lo importante, tampoco el mero cumplimiento de la ley, pues Jesús predicó que no es en Jerusalén, ni en Garizín donde debemos dar culto a Dios, sino "en espíritu y en verdad".


Jesús nos dice que no nos preocupemos, que ciertamente van a suceder muchas cosas, y cosas malas: guerras, insurrecciones, terremotos, hambrunas y plagas. Incluso signos extraordinarios en el cielo. Dice Jesús, ni un sólo cabello de nuestra cabeza será destruido. el mensaje de hoy es claro: tranquilidad y confianza.


Jesús nos advierte de dos peligros:

El primero consiste en pensar que las catástrofes naturales (terremotos, epidemias, etc.) y humanas (guerras y revoluciones) las provoca Dios para anunciar amenazante el próximo fin del mundo. Jesús en ningún momento atribuye a la acción de Dios esas desgracias. Más bien hay que entender que todas ellas son expresión de la limitación propia del mundo: de la limitación física (los acontecimientos físicos y naturales) y moral (las acciones del hombre, autor de guerras e injusticias). Unas y otras nos avisan de que no es posible poner en ellas nuestra fe y nuestra confianza definitiva. Pero esto no significa que “el final vendrá enseguida”.


El segundo peligro o tentación de que nos advierte Jesús, es el de tratar de superar las limitaciones físicas y morales dentro nuestro mundo, instaurando por los puros esfuerzos humanos, el paraíso en la tierra, en la que se eliminen o minimicen al todas las causas del sufrimiento humano.


La destrucción por causas naturales o humanas no debe infundirnos miedo, pánico o desesperación. Las palabras de Jesús son, más bien, una llamada a la confianza: existen valores y bienes permanentes, que podemos empezar a adquirir ya en esta vida, que no están sometidos a la fugacidad y limitación de este mundo, y que encontramos en plenitud precisamente en Jesucristo.

P. Rodri



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