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DIOS VIENE

Textos para este día: Domingo II Domingo de Adviento B


Isaías 40,1-5.9-11:

"Consolad, consolad a mi pueblo, -dice vuestro Dios-; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por su pecados." Una voz grita en el desierto: preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos -ha hablado la boca del Señor-." Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: "Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder, y su brazo manda. Mirad, viene con él su salario, y su recompensa lo precede. Como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres."


Marcos 1,1-8:

Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías: "Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos." "Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaba sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: "Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo."



El domingo pasado empezamos este nuevo año litúrgico. Así que es San Marcos el que nos está acompañando en este año 2021, que es el Ciclo B.

Y en el Adviento tenemos tres grandes figuras, tres grandes maestros: el profeta Isaías; Juan el Bautista y, por supuesto, la Santísima Virgen María que, con el don de la fe, con la virtud de la esperanza y con el regalo de su amor y ternura nos enseña también a preparar la llegada de Jesús.


Juan Bautista: es grande, es independiente, por eso se viste con piel de camello, por eso se alimenta de lo que le da el desierto, como mostrando que se puede vivir sólo de Dios; es grande, pero siendo grande, sabe abajarse, y por eso lo más grande que tiene Juan es que sabe reconocer su pequeñez: "Detrás de mí viene uno más poderoso que yo" San Marcos 1,7.


Isaías nos presenta la imagen de un Dios que reúne a su rebaño, el rebaño maltratado, el rebaño sufrido, lo reúne y lo apacienta, lo cuida, y lo guía con especial ternura para aquellos que han sufrido más. Y también Isaías nos habla de cómo hay que preparar ese camino en el desierto, y una vez más, lo que Isaías nos dice en el Antiguo Testamento, el Evangelio lo corrobora.


La misión de Juan fue la preparación inmediata del pueblo de Israel, para recibir la llegada de Jesús. ¿Y cómo lo hizo Juan? ¿En qué consistió esta preparación? Él cumplió esa tarea destacando la necesidad que tenemos del perdón y necesitamos descubrir que tenemos que ser perdonados, necesitamos descubrir que necesitamos el perdón de Dios; solo cuando uno descubre la necesidad del perdón, descubre después la alegría del perdón.


Uno no puede tener la alegría del perdón si no ha descubierto antes la necesidad del perdón. Cuando uno no tiene hambre, la comida no es una buena noticia. De hecho, si uno no tiene hambre, la comida, el olor de comida puede ser una mala noticia. Cuando uno, por ejemplo, está enfermo, hay momentos en que no solo no tiene apetito, sino que el olor de la comida, sobre todo si la comida tiene algo de grasa, se convierte en algo repugnante: "¡Lejos de mi esa comida!" Esa comida no es una buena noticia para mí, ¿por qué? Porque yo estoy enfermo y no sólo no tengo hambre, sino que detesto el olor de la comida.


Lo mismo pasa con Jesús, Jesucristo es un regalo de amor, de perdón, pero ese regalo no va a alegrar a todo el mundo, ese regalo sólo va a alegrar aquellos que han descubierto su necesidad de ser perdonados.

Y eso fue lo que hizo Juan Bautista, estaba predicando y lo que hacía la gente era lo que nosotros solemos llamar “regaño”. Juan Bautista es el patrono de los regañones. Juan Bautista regañaba a la gente: "Ustedes, soldados, son unos abusivos; ustedes, comerciantes, no hacen sino robar a la gente; ustedes, los poderosos, dejen de humillar a todo el mundo; sacerdotes, quiten esa hipocresía de sus vidas; Juan Bautista regañaba a diestra y siniestra. Juan Bautista regañaba a la gente y le echaba en cara sus pecados, a todo el mundo, chiquitos y grandes.


Juan el Bautista no se quedó callado, dijo: "Oye, tú, pedazo de Herodes, tú no puedes estar viviendo así con esa mujer, esa mujer no es esposa tuya, esa es esposa de tu hermano".


Lo más impresionante es lo que dice el Evangelio de hoy: “Juan predicaba un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él”. Este es un hombre regañón, que es lo que la gente no quiere que haga la Iglesia Católica, la gente quiere que la Iglesia aplauda todo lo que la gente hace: Esa es la Iglesia que la gente quiere, que le apruebe todo y aplaude todo.


Juan el Bautista era un regañón, pero la gente iba donde él, ¿por qué? Aquí lo fastidioso, es que algunas veces, cuando a uno le dicen la verdad, lo dicen para herir o porque quieren humillar a uno, o porque quieren sacar algún provecho de uno, o porque quieren extorsionarlo a uno de alguna manera.

Pero para Juan Bautista, el centro de su vida fue Jesucristo, lo que él hizo fue anunciar a Jesucristo y lo que él decía no era para dañar a nadie, sino para hacer que cada uno reconociera su situación de pecado y llegara a la conversión.


Segunda enseñanza, Juan el Bautista lo que hizo fue predicarle a la gente que se deshicieran de lo que les estaba estorbando, "quítense esos pesos que son los pecados; yo quiero liberarme de todo ese peso muerto"; esa es una manera muy bonita de vivir este Adviento. ¿De qué pecado? ¿De qué peso muerto, me quiero liberar yo en este tiempo? Dejar de lado tres cosas, que tienen que ser vencidas: el orgullo, el egoísmo y el resentimiento.


Juan el Bautista llevaba una vida muy rara, él vivía ahí en el desierto, dedicado a la oración, a la penitencia, a la predicación; y tenía una dieta rarísima, una dieta de langostas y miel silvestre.


¿Qué nos enseña Juan el Bautista con esa forma de vida tan extraña? ¿Qué le podemos aprender a él? Juan vivía en el desierto y vivía de lo poco que da el desierto. Un pedazo viejo de cuero le servía de vestido, y estos animalitos y miel silvestre ese era su alimento, ¿Qué enseña Juan con eso? Juan enseña con eso que Dios es capaz de sostener a su gente, es capaz de sostener a su pueblo, incluso en las circunstancias más adversas. Juan enseña que el que se arriesga a depender de Dios no queda defraudado, el que le dice al Señor: "Tú eres mi esperanza, tú eres mi todo", ése no queda defraudado; y esta también es una buena enseñanza para nosotros.


Tal vez nosotros no lleguemos a esos extremos de Juan en el desierto, pero nosotros tenemos nuestros “desiertos”, sobre todo tenemos desiertos tal vez emocionales, a veces un poco económicos, laborales. Nosotros pasamos por desiertos. Y es muy bueno saber que el que se aferra a Dios sobrevive, que Dios no descarta, que Dios no bota, que Dios sostiene a los que se aferran a Él.


En tiempos de Israel por el desierto, fue el tiempo en el que el pueblo de Israel fue más fiel, claro, porque en el desierto no tenían a quién acudir, no podían sino agarrarse a Dios, como le toca uno a veces cuando se siente uno muy solo o muy deprimido: son momentos en los que uno se aferra a Dios, eso fue lo mismo que les pasó a los israelitas.


Ellos fueron especialmente fieles a Dios en el desierto y Juan el Bautista, con esa manera tan rara de vivir, lo que estaba diciendo es: "Recuerden los tiempos mejores". Es lo mismo que sucede cuando una pareja celebra un aniversario, dos, o veinte años de casados, como también nos ha pasado. Eso es lo que nos está diciendo Juan, que dejemos los desánimos, que dejemos los orgullos, que preparemos el camino para que Jesús venga, que reconectemos con lo mejor de nuestra vida y nuestra fe y que así celebremos lo que es Navidad. Estamos en Adviento, estamos preparando la llegada del Señor, estamos preparando la visita de Dios.


El primer objetivo del Adviento, el primero en importancia y el primero cronológicamente hablando, es que Dios viene, que el Día del Señor está pendiente, que Dios habrá de manifestar su gloria. Por lo tanto, ser cristiano es vivir en Adviento, es vivir preparando la llegada de Jesús.

P. Rodri



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