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CRISTO ES EL NUEVO ALFARERO

Evangelio Juan 9,1-41


Siempre que escuchamos la Palabra de Dios, es darle importancia a los detalles, es lo mismo como cuando se admira y se aprovecha una obra de arte, hay que fijarse en los detalles porque allí es donde el artista deja su marca más personal; y el artista en el caso de la Palabra de Dios, es el Espíritu Santo y en los detalles ha dejado su firma, su sello, esto vale para toda la Escritura, pero sobre todo, creo yo, para el Evangelio de san Juan, por esa importancia que le da Juan a los signos.


En este caso tenemos a un ciego de nacimiento y el hecho de que sea un ciego de nacimiento, ya es un detalle que hay que tomar en cuenta, porque lo que una persona es de nacimiento, es lo que tiene como por naturaleza; es decir, el ciego de nacimiento tiene como una dificultad, pero es una dificultad muy propia, como algo muy profundo, de su propia naturaleza, es algo que no se puede solucionar, es insalvable.


Y evidentemente la lectura está planteada para que nosotros nos preguntemos, de qué manera o en qué sentido, nosotros somos ciegos, porque al final de la lectura, tiene esa breve conversación entre los fariseos y Cristo, y el problema de los fariseos, es que ellos creía que tenían una visión 20-20, es decir, perfecta, decían, nosotros si vemos las cosas claras y Jesús los corrige y los regaña al decirles, si ustedes estuvieran ciegos, no tendrían pecado, pero como creen que ven, por eso, su pecado permanece; esas palabras de Cristo tenemos que aplicárnosla nosotros, porque entonces quiere decir que si uno cree que ve mucho, probablemente se está engañando y esto ciertamente sucede y sucede de varias maneras:

Hay personas, por ejemplo que tienen algunos estudios y entonces, apenas aprender cualquier cosas, ya creen que con eso ya pueden sacar a Dios, ya no se necesita Dios, por ejemplo, estos últimos días que hemos tenido noticia del corona virus, un virus que a sus creadores se les salió del control de sus manos, y vemos todo el daño que ha causado mundialmente en todos los niveles de la sociedad, de la humanidad, de la economía; es decir, algo que ha venido a desestabilizar la pasividad en la estábamos adormecidos, pensando que no necesitamos a Dios, o simplemente que Dios no existe, que cree que porque lee tres libros de física, química o matemáticas, ya puede darle una patada a Dios.


Entonces uno tiene que preguntarse y ese debe ser uno de los frutos de este domingo, uno tiene que preguntarse si uno está ciego, porque a veces uno se vuelve ciego de creer que sabe mucho, porque uno a estudiado mucho y por consiguiente; esa es una pregunta que hay que hacerse, cuáles son mis cegueras.

Como es un ciego de nacimiento, de trata de una ceguera muy difícil de vencer, la primera lectura de hoy, nos da la clave sobre cuál es la ceguera más difícil de vencer: en la primera lectura está la elección del Rey David, y el profeta encargado de esa tarea, llamado profeta Samuel, se da cuenta que una cosa es SU PROPIA MIRADA, y otra cosa es LA MIRADA DE DIOS; Él se da cuenta que a él como persona humana le impacta el porte, le impacta la apariencia, mientras que Dios tiene una mirada distinta y en comparación con la mirada de Dios, nosotros somos unos ciegos, porque nosotros nos fiamos demasiado de las apariencias; o sea que la ceguera de nacimiento que suele tener el ser humano es fiarse demasiado de las apariencias, y las apariencias (cuál es la persona que parece más rica, o la persona que parece más inteligente, o la persona que resulta más útil para mis propios intereses, las apariencias, como bien dice el refrán, engañan).


En cambio la mira de Dios, es la que aparece iluminando el corazón de Samuel, porque se da cuenta que aunque David no tiene gran apariencia, el verdadero elegido de Dios, es David, porque él había llevada una vida supremamente dura, David era cuidador de ovejas en el campo y muchas veces en el campo, cuando se presentan problemas de ladrones o problemas de ataques a las ovejas, por parte del lobo, osos o leones, David había tenido que enfrentar ese problema solo y en esa soledad, David había crecido muchísimo en la FE, y el único aliado que David tenía, era Dios; de manera que David no era un hombre se que fiera mucho de sí mismo, David era un hombre que había aprendido a fiarse de Dios, y aunque la apariencia de David era seguramente humilde, Samuel ve más allá de las apariencias y ve que lo que importa de un líder, para el pueblo de Dios, es que sea una persona capaz de obedecerle a Dios y de confiar en Dios, entonces Samuel se da cuenta que su mirada es insuficiente, y recibe una mirada nueva de Dios.


Llevamos dos elementos, primero que tenemos que preguntarnos de qué está ciego uno, sobre todo para curarse de soberbias tontas; segundo que la ceguera que más tenemos los seres humanos es la de las apariencias. En el caso del ciego de nacimiento, como era su propia naturaleza la que estaba defectuosa, entonces Jesús tiene un gesto muy raro, hace barro con su propia salvia y le unta de ese barro en los ojos al ciego, ese es un gesto muy extraño, pero a partir de lo que venimos reflexionando, se puede entender, porque resulta que en el libro del Génesis, se describe de una manera simbólica que Dios hizo al hombre del barro de la tierra, es un modo de expresar que somos obra suya y un modo de expresar que su mano, su poder, está muy cerca de todo lo que nosotros somos, no está lejos el poder de Dios, de nada de lo que somos, de nada de nuestro cuerpo, de nada de nuestros sentimientos, de nada de nuestra inteligencia.

La cercanía que tiene el alfarero con el barro, hay que imaginarse la mano embarrada de barro, esa es la cercanía que Dios tiene con nosotros, eso nos lo enseña el Génesis; entonces, Jesús hace barro, es decir, Jesús toma la posición y la acción de Dios, ese gesto que a nosotros nos puede parecer tan extraño, seguramente fue más comprensible para las personas que se encontraban allí; podemos decir que Jesús toma el papel del ALFARERO, y lo que está haciendo, está reconstruyendo, está re haciendo a esa persona, y como el problema del ciego es de fábrica, de naturaleza, Jesús es el único que puede REFORMAR, lo que parece imposible de cambiar en el ser humano, su poder es tan grande que solamente puede comparase con el poder de Papá Dios y ese poder de reformar, es la fuente de nuestra esperanza, porque muchas veces ante nuestros defectos o fracasos o ante los problemas de otras personas, sentimos que nos hay nada que hacer.


Y pensamos que las personas, quizás nosotros mismos, somos i-reformables, que no hay manera de mejorarnos, pero Cristo hace barro, sólo él es el que puede reformar al ser humano, hasta su entraña más profunda y el barro nuevo de Cristo logra lo que la naturaleza no le había concedido a ese hombre; el barro nuevo de Cristo ese re hacer la escultura y ese hombre llega a ser capaz de ver y abrir sus ojos a la luz.

Como ustedes se van dando cuenta hay muchísimas cosas que se pueden meditar de este texto, detengámonos solamente en el último detalle de hoy; ese hombre recupera la vista o mejor aún, gana un DON que antes no tenía, su naturaleza ha sido cambiada, a sido reformada por el poder de Cristo, pero el milagro tiene un propósito, no es solamente un regalo de misericordia, este milagro tiene un propósito que se cumple únicamente, cuando este hombre ve a Jesús y que escuchamos al final de texto, le pregunta Jesús: ¿Crees en el hijo del hombre? Y aquel hombre responde con otra pregunta ¿Quién es, para que crea en Él? Y Jesús le dice, lo estás viendo, el verbo está perfectamente escogido, este hombre, hasta ese momento, solo conocía a Jesús de oídas, por supuesto que había visto a Jesús, cuando le hizo el milagro y cuando le dijo que se fuera a lavar a la piscina de Siloé, conocía la voz de Jesús, pero no conocía el rostro de Jesús.


Jesús le ha dado la vista para que él vea el rostro del que tanto lo ha amado, el rostro del que lo ha curado; mientras vamos caminando por la vida, vamos oyendo de Jesús, vamos oyendo su voz, y dice y dice en el cap. 10 de San Juan: mis ovejas conocen mi voz y me siguen, vamos acostumbrando el oído a esa voz y preparando los ojos, porque llegará el momento en el que no solamente escucharemos, sino que contemplaremos, para eso hemos oído a Jesús, para poder un día contemplar su rostro y como dice la primera carta de San Juan, cuando lo veamos tal cual es, seres semejantes a Él.

P. Rodri




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