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CRISTO ENSEÑA QUE HEMOS DE PREFERILO A ÉL

Mateo 10,37-42

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: "El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro."


Quiero destacar las palabras que están al comienzo del Evangelio, porque creo que tienen una cierta dificultad para ser entendidas y podemos sacar provecho si las comprendemos mejor, y me refiero a aquello que dice Cristo, quien prefiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y lo mismo las otras comparaciones por ejemplo con el hijo, con la hija.


¿Cómo puede decir Cristo estas palabras, que pueden parecer demasiado exigentes, duras? injustas, casi crueles; debemos subrayar tres cosas:

1. Si lo pensamos bien, este pasaje proclama la DIVINIDAD DE CRISTO, porque quién es quien dice, ámenme por encima de todas las cosas, sino solo Dios, quien se había atrevido a decirlo y por supuesto, con pleno derecho y suprema Magestad. Es el primer mandamiento de la Ley de Dios, o sea que, cuando Cristo dice estas palabras, está aplicando a su propia persona el primer mandamiento de Ley de Dios, por eso debemos interpretar este texto como una proclamación de la Divinidad de Cristo, como aquel otro texto que Cristo dice: el Hijo del hombre es Señor del Sábado.


2. El segundo aspecto que quiero destacar es aquello otro que dice: NO ES DIGNO DE MI, evidentemente, nadie somos dignos de la santidad de Cristo, ni de la amistad de Cristo, porque si nosotros fuéramos plenamente dignos, entonces no sea Gracia, sino sería algo que Dios nos debe a nosotros y es que Dios, al darnos a su Hijo, “y tanto amó Dios al mundo que le dio a su propios Hijo”, al darnos ese regalo tan grande, Dios ha invitado a entrar en íntima comunión de amistad con Él, pero uno puede tristemente, despreciar semejante regalo; Dios te da el regalo, pero no te hagas indigno del regalo, uno se hace indigno del regalo cuando lo desprecia; entonces debemos vivir nuestra vida cristiana en clave de gratuidad y de gratitud. Gratuidad, porque no merecemos no merecemos tanto amor de Dios, y de gratitud, porque una vez que lo acogemos, solo podemos vivir de alabanza de amor a él y en deseo de servirle. Entonces ese NO ES DIGNO DE MI, Cristo nos está recordando que Él es el gran regalo del amor del Padre.


3. La tercera idea que quiero destacar, es la que choca un poco más a nuestra sensibilidad, aquello de que no puedes querer ni a tu poso, ni a tu esposa, ni a tu papá, ni a tu hijo lo puedes querer más que a mí; esas palabras parecen excesivamente exigentes, pero en realidad son palabras liberadoras, porque cada vez que alguien empieza a IDOLATRAR a otra persona, está preparando su propio desastre, el más grande de los dolores y desastres matrimoniales empiezan por una IDOLATRÍA. Cuántas veces escuchamos a mujeres que han sido maltratadas, que han sido utilizadas, y entonces cuando ellas describen la manera de cómo empezó esa relación, utilizan un lenguaje que es el de los ídolos: “es que él era todo para mí”, “lo que él dijera eso tenía que hacerse”, “como él quisiera, así tenía que ser”, entonces se dan cuenta que la idolatría al esposo les llevó al desastre, desastre como persona, como mujer, y desastre del matrimonio mismo.



También seguramente habremos conocido a personas que idolatran a los hijos, y los idolatran ¿cómo? De que el hijo no sufra, lo que pida el hijo hay que dárselo, hay que tenerlo contento, hay que complacerlo en todo; los niños y los adolescentes terminan volviéndose TIRANOS inexpertos en la casa (ej. caso familia-muchacho vacaciones, pero todo en torno al muchacho); allí es donde uno entiende el texto de hoy, el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, se está perdiendo el regalo, no es digno, uno mismo rechaza el regalo, estás preparando un desastre. Entonces esas palabras radicales del Evangelio no debemos tacharlas, hay que tomarlas en serio, porque de verdad, cuando Cristo dice dame el primer lugar en tu vida, nos está diciendo, porque nos ama, para protegernos de toda idolatría.

P. Rodri

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