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REFLEXIÓN SOBRE JUDAS


JUDAS: "Acordaron con él, en treinta monedas" Mateo 26,14, ¡Hasta ahí llega la ingratitud del pueblo de Israel, hasta vender a su Pastor por treinta monedas (unos veinte dólares), que era el precio que se pagaba por un esclavo! Que lo haya profetizado Zacarías (11,12), es la prueba de que la pasión y muerte de Jesús estaba perfectamente prevista y diseñada. Judas, hombre mezquino y ambicioso, fue el instrumento, capaz de traicionar y entregar a su Maestro y desencadenar una tragedia tan enorme por unas monedas, para que se cumpliera la Escritura.


Su deseo de grandeza le impulsa, al sentirse fracasado en sus ambiciones, deseos y desilusionado por Jesús, a actuar amargado y resentido contra Él. No sólo no se separa como hacen los mediocres, sino que, resentido y frustrado, quiere hacer daño al que lo ha hecho fracasar, quiere vengarse. Siempre dispuesto a criticar: criticó a María cuando derramó el perfume en casa de Lázaro, porque pudo haberse repartido su producto entre los pobres. Consiguió que los demás apóstoles secundaran la crítica, pero como Jesús la cortó, alabando a la mujer que había hecho una obra buena, le supo mal que el Maestro le riñera delante de todos, y le guardo rencor; era otro de sus defectos, no podía recibir ni un sólo reproche. Se apagaba de inmediato, al menor roce, al instante plegaba las hojas como una niña sensitiva.


Su convivencia era muy difícil, a veces, insoportable, porque a su lado en ocasiones se enrarecía el ambiente. Los demás sufrían y él se sentía raro y extraño, rechazado; su corazón no era limpio, y vivía más fuera que dentro. Se escapaba en cuanto podía de la compañía de los Apóstoles, cualquier motivo era suficiente para la huida, no asimiló nunca el espíritu de la familia escogida.


Juan dice claramente que era ladrón (Jn 12,6). La oportunidad se la daba la bolsa que administraba sin dar cuentas a nadie, ¿En qué gastaba el dinero que robaba? Y por dentro le carcomía la estafa que le había hecho el Maestro, al dificultarle que se casara y para colmo, les predecía odios y persecuciones (Mt 26,6; Mc 24,3). Así funcionaba Judas, y por eso entrega y vende a su Maestro.


Dominado por la avaricia, les propone a los sacerdotes: "¿Qué me dais si os lo entrego?" (Mt 26,15) ¿A cuántos habría entregado antes? Esa era su personalidad y su modo de actuar, era un hombre que iba almacenando rencor, desde entonces se fue endureciendo más y más "y andaba buscando ocasión propicia para entregarlo".


Mientras sus planes le salieron bien, siguió al lado de Jesús. Ante el nombramiento de Pedro, como Piedra de la Comunidad; el afecto evidente con que Jesús, que distingue a Juan, el discípulo amado, le re chocaba, tuvo altibajos, era inestable, por temporadas cogía en brazos a Jesús, y otras, por el más mínimo detalle, en el que se sintiera menos estimado o valorado, cerraba la boca, mostraba un semblante sombrío, violento y agresivo, y bajaba su tono, que no parecía el mismo; por lo que, su hipersensibilidad patológica y su psicología psicótica, causaron el cumplimiento de la Escritura.


Él había de ser él solo, y él había de estar solo, y las cosas se habían de hacer a su manera; cuando se desilusionó de Jesús, no tuvo ni un sólo gesto de magnanimidad, ni de comprensión, bajo la apariencia de humilde y estafado, se escondía una persona soberbia e insolidaria, incapaz de humillarse pidiendo perdón, antes se ahorcará.


Sabe que ha cometido un grave pecado, entregando la sangre inocente de su Divino Maestro, está despechado y arroja las monedas a los sacerdotes en el templo; ni un momento de sensatez buscando a quien le puede salvar, no ha sido capaz, ni pizca a Jesús, su vida y comportamiento iban por otros caminos y se ahorcó.


Fue llamado, tuvo un tiempo de felicidad, fue perdiéndose en cosas pequeñas, hasta llegar a la monstruosidad del suicidio; No era un hombre fuera de serie, todos somos capaces de seguir el mismo camino.


Se escandalizó de la debilidad de Dios, y hacía tiempo venía pensando, que Jesús había sido solo un gran farsante, que su vida y su misión habían sido un enorme fraude, ¿Cómo podía Dios estar con Jesús, si todo le salía mal? ¿Si sólo iba de fracaso en fracaso? Buscó infectar su maldad a alguno de sus compañeros, lo intentó, como se demuestra en la crítica de la unción en Betania, pero por suerte, no encontró a nadie tan cicatero y rastrero como él, pese a la debilidad y cobardía del grupo de los discípulos.


Su cinismo es patente: Cuando Jesús pregunta, "Les aseguro que uno de ustedes me va a entregar", y Judas pregunta, "¿Soy yo, acaso, Maestro?". Y con villanía monstruosa le dio un beso en el Huerto, hasta se manchó los labios de sangre, y Jesús, deja libre a Judas, como nos deja libres a todos, porque Jesús no esclaviza, no fuerza, ni violenta la libertad de nadie.


Entonces, ¿Se habrá extinguido ya la raza de Judas? La traición y la deslealtad, son semillas humanas, y aún hoy sigue habiendo Judas, que cuando pierden la ilusión, cuando se desengañan, cuando están amargados, se convierten en resentidos, y cuando se sienten postergados, reaccionan irracionalmente, que con acciones falsas, son capaces de traicionar la amistad, tanto a nivel familiar, como social y religioso.


"Entonces Jesús dijo: "Me muero de tristeza... Padre mío, si es posible que se aleje de mí ese trago"... Y al encontrar a los discípulos dormidos, "dijo a Pedro: ¿De modo que no han podido velar una hora conmigo? Velen y oren para no caigan en la tentación. Estén en vela y pidan no ceder en la prueba". Le vieron demacrado y pálido, cubierto de sangre y desencajado. Yo no tengo palabras para resaltar ésta imagen de Jesús tan amarga y dolorosa; lo mejor que podremos hacer es dejar resonar esas palabras en nuestro interior, en profundo silencio: Morir de tristeza.


No habéis podido orar conmigo una hora...; sin oración seremos vencidos. Acompañemos a Jesús con cariño y ternura, que está sufriendo fuera de todo encarecimiento por nosotros, y tomemos nota de cuál es en este momento cumbre de su vida, la recomendación que Él nos hace: "Orar".


No les dice a los discípulos: Convenzan a Judas de que no lo haga, ni tampoco les dice, vayan a hablar con Anás y con Caifás, muévanse, ayúdenme, háganlo pronto algo; pero no, nada de eso.

Todo lo que les dice, lo que nos dice, es OREN, estén conmigo y con el Padre; dejen que el Padre disponga y haga su Voluntad, y háganlo con sencillez, con simplicidad: "Pase de mí este cáliz"; ni grandes discursos, ni muchas palabras, simplemente repitiendo las mismas palabras. Hemos vivido unos años de verdadera algarabía en torno a la oración, y no sólo en nuestra Iglesia Católica, sino también en las diferentes agrupaciones de fe, en un principio, sobre la oración, primero fue el silencio, después la calumnia, y luego la omisión.


Porque ahora que se habla más de la oración, creo que se habla más, que lo que se practica, porque la falta de coherencia de los que oran, tienden más a la evasión y a la des encarnación de la vida. Y en cambio Jesús, ha comenzado la Redención del género humano, orando y diciéndonos que oremos.


Vamos a ver en ahora los efectos de la omisión de la oración: En el caso de Pedro, que niega a su Maestro diciendo, "No conozco a ese hombre", porque Pedro no ha podido velar una hora con el Maestro, y la falta de oración causa su caída, y la caída de todo aquel que no vela, y así sucedió: "Todos los discípulos le abandonaron y huyeron". Pedro ha negado al Maestro hasta con juramento, cobardemente antes las criadas, confiando presuntuosamente en sí mismo, y poniéndose en la ocasión. Pero Pedro tiene más corazón que Judas, porque Pedro llora y pide perdón a Jesús con la mirada; probablemente fue a buscar a María, la madre de Jesús, para contárselo a ella, y eso le salvó.


Y por su parte Pilato, recordemos cuando dice: "Soy inocente de esta sangre", ¡Allá vosotros!", porque él solo intenta acallar sus remordimientos, "lavándose las manos". Pilato es el hombre que quiere tener contentos a todos: al Emperador de Roma, a los sacerdotes, al pueblo, y a su conciencia. Se desespera y se irrita con todos, lo único que le preocupa y le interesa es no perder, ni su prestigio, ni su cargo, es esclavo de su propia situación, diciendo, Yo no puedo crucificarle.


Pilato sigue estando de moda, cuando se vive una vida tan materialista; en la actualidad, el pueblo se traga el quebrantamiento de todas las leyes morales, sólo reacciona ante la pérdida del pan, del puesto de laboral, del cargo de prestigio, de la reacción de ciertas medidas, o el cumplimiento de la justicia en casos concretos; en esta circunstancia de crisis del coronavirus, la gente se queja porque han cerrado los cines, los gimnasios, los restaurantes, los teatros, los lugares de diversión, esos seguimos siendo los Pilatos de hoy, cuando solamente nos preocupamos por nuestros mezquinos intereses.


Pilato es esclavo de la opinión y de la ambición, además, es una figura, una imagen, por eso ambicionó e hizo lo imposible y se sometió a las bajezas mayores para conseguirlo y lo que tanto le costó, no está dispuesto a perderlo ahora; le preguntaron al caracol cómo había subido tan alto y contestó: "Lamiendo y arrastrándome".


Entre tanta miseria, la lectura de la Pasión nos presenta a Cristo moribundo de amor: "Jesús dio un fuerte grito y exhaló el espíritu". Es la fulgurante manifestación del amor de Jesús, que entrega su vida por la Verdad, y para que sus discípulos tengan vida y se vean siempre libres de todo género de esclavitud.


Reconciliémonos con Dios en estos días de Semana Santa, a eso nos exhorta el Catecismo: "El que quiere obtener la reconciliación con Dios y con la Iglesia, debe confesar al sacerdote todos los pecados graves, de los que se acuerda, y que no ha confesado aún, tras examinar cuidadosamente su conciencia. Sin ser necesaria, de suyo, la confesión de las faltas veniales, está recomendada vivamente por la Iglesia".

P. Rodri


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